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Ley de I+D: acercándonos a la frontera

Una de las características de los países que avanzan hacia el desarrollo es el mejoramiento consistente de una serie de indicadores, y es así como al incremento del ingreso per cápita es acompañado por la erradicación de algunos problemas sanitarios...

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Una de las características de los países que avanzan hacia el desarrollo es el mejoramiento consistente de una serie de indicadores, y es así como al incremento del ingreso per cápita es acompañado por la erradicación de algunos problemas sanitarios y la reducción del porcentaje de la población que se encuentra persistentemente bajo la línea de la pobreza.

Este mejoramiento, sin embargo no se ha producido en el ámbito de la Investigación y Desarrollo (I+D), en donde no sólo el monto de recursos es muy bajo, 0,4% del PIB, en comparación con países de similar ingreso per cápita ajustado por poder de paridad de compra, sino que además menos de 1.000 empresas chilenas tienen un gerente de I+D, lo cual concentra el soporte de financiamiento en el Estado.

La aprobación de la nueva ley de I+D es uno de los instrumentos que comenzará a cambiar esta realidad, ya que otorga un crédito tributario equivalente al 35% de los recursos destinado por la empresa a su proyecto de I+D, incluyendo infraestructura, equipamiento y la remuneración de los investigadores, mientras que el 65% restante es gasto necesario para producir la renta. El tope del crédito tributario es de US$1,2 millones por hasta 10 años, con lo cual, se abre un espacio importante para que empresas interesada en nuevos productos puedan crear su centro de investigación, tal como ocurre en los países desarrollados, en donde la mayor parte de I+D es aportado por los privados. Ahora bien, esta nueva ley también permite que la investigación sea realizada en redes, incluso con centros extranjeros. En la actualidad, la creación de conocimiento es una actividad global y deseamos que dicha conexión entre los investigadores chilenos y extranjeros se produzca de manera muy intensa.

Aunque esta nueva área parece lejana a un empresa chilena tradicional, creo que ejemplos como los de Indura, que ha realizado sistemáticos esfuerzos para desarrollar nuevos productos para el sector acuícola o la oxigenación adecuada de los campamentos mineros en altura, nos muestran el camino a seguir. Este ejemplo es perfectamente válido para muchas empresas manufactureras que tienen varios años en el mercado con productos exitosos y que debería atreverse a innovar mediante el uso de parte de sus recursos en I+D.

Así, la propagación de uso de este beneficio no sólo tiene por objeto elevar el monto de recursos destinado a Investigación y Desarrollo, sino también cambiar paulatinamente la cultura empresarial en donde actualmente no se considera una amenaza para la compañía el hecho de no innovar y seguir produciendo lo mismo que hace una década atrás. Necesitamos que en las empresas exista un gerente de I+D, tal como hoy existe uno de marketing o de finanzas. De esta manera, lograremos que nuestras empresas se acerquen sistemáticamente a sus equivalentes en países desarrollados, en donde la ventaja comparativa no proviene de la extracción de un recurso natural, sino de bienes y servicios creados por el conocimiento.

Hemos dado un paso significativo en un área rezagada de nuestro país, agregado un nuevo pilar para transformar a Chile en el primer país desarrollado de América Latina. Ese fue el mandato del Presidente.

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