Cuando llega la calma electoral y el 2018 se asoma lentamente en el horizonte político, económico y social de todos los chilenos, no puedo dejar de revisar una y otra vez el paso a paso de estas presidenciales que nuevamente sorprendieron a los analistas de turno y en realidad a todos en general.
Las páginas de los medios han cubierto una y otra vez las brechas entre los candidatos, y asoma en ese análisis el rol que tuvieron esta vez en nuestro país (porque en EEUU o Europa ya no es nada nuevo) los bots o administradores automáticos de contenidos, noticia y propaganda electoral.
Algo de posverdad hay en esta reflexión, es cierto. Y cómo no si es el término que se acuñó el pasado año como uno de los más recurrentes en los análisis de tendencias y, sobre todo, de la situación de los medios.
Y es que estos bots, generalmente cuentas de Twitter que publican contenido automáticamente, se popularizaron entre movimientos políticos, por su facilidad de programación y por el alcance que pueden llegar a tener.
Las cuentas dedicadas a criticar líderes de opinión, o influenciadores o usuarios que tuiteen en contra de sus candidatos, o las que se dedican exclusivamente a tuitear sobre sus candidatos, ayudan a crecer la conversación y a causa de esto los bots se utilizaron para distorsionar la popularidad de ambos candidatos en las redes sociales.
Es decir, generando una realidad customizada con mensajes que interesan a aquellos grupos en los cuales un partido u otro quiere influir. Suena un poco Gattaca (para quienes recuerden esa película de proyecciones futuristas), o una suerte de Gran Hermano, que penetra en las audiencias con los mensajes que uno quiere escuchar.
Cada uno se convierte entonces en el centro de la información. Una imagen digna de Copérnico en la cual confluyen las nuevas tecnologías y los nuevos deals con los que se mueve la política en estos días.
En las recientes elecciones y sus resultados, nadie puede negar el rol de los medios sociales, no solamente como medio de alcance para los votantes, sino también como forma de influenciar el voto y la percepción pública.
Y así como los bots se transforman en un nuevo elemento a considerar a la hora del recuento de votos, queda en el aire el papel que jugarán en estos últimos meses de la administración actual y en los cuatro años que le sucedan.
¿Serán también las redes sociales el lugar desde el cual se generen las discusiones, los consensos y las nuevas causas ciudadanas?
Mientras dilucidamos lo que viene en esta materia, la conversación digital también se ve arrastrada por otra pregunta nada de menor: ¿cuál es la distancia entre los intereses de aquellos que pueden pagar este tipo de instrumentos versus los intereses de la gente y el debate?
Tenemos más preguntas que respuestas. Más inquietudes y análisis que realizar. Quizá en el futuro con el desarrollo de la inteligencia artificial, ¿por qué no?, el electorado digital tenga la suerte de ir más allá de las campañas y comparecer en las urnas. El mundo no para de sorprendernos.