El sesgo anti inversión del Presupuesto 2026
MAURICIO VILLENA Decano Facultad de Administración y Economía UDP
Mirar el Presupuesto 2026 por su composición -y no solo por su tamaño- revela una tensión central: Chile planea gastar más en funcionamiento del Estado y menos en inversión pública, clave para el crecimiento. El gasto corriente sube 3,7%; dentro de él, personal crece 5,5% y bienes y servicios, 13,1%. En contraste, el gasto de capital cae 23,7% y la inversión directa 12,2%. No es un matiz contable, sino un cambio de prioridades con efectos sobre productividad y empleos futuros.
A menudo se argumenta que “no hay espacio” para invertir más. Sin embargo, la propia aritmética oficial muestra que el crecimiento efectivo del gasto 2026 -medido sobre la base ejecutada o proyectada de 2025- es de 2,5%, y no del 1,7% anunciado. Si existe margen, la pregunta no es cuánto gastar, sino por qué concentrar ese esfuerzo en consumo estatal y no en inversión pública con mayor retorno social.
“La política fiscal responsable no requiere expandir el Estado, sino recomponer el gasto. En 2026 hay espacio”.
El FMI advierte en su informe “Fiscal Monitor: Spending Smarter” que la inversión pública ha caído en la última década del 13% al 11% del gasto total en economías avanzadas, y del 22% al 20% en emergentes (excluyendo China). Globalmente, la inversión ronda 18% del gasto; la educación, 11%; y la planilla pública absorbe cerca de un cuarto del Presupuesto. La tendencia mundial privilegia el funcionamiento por sobre el gasto procrecimiento: por eso, en un país con espacio fiscal estrecho, la mezcla importa tanto como el tamaño. Además, persisten grandes brechas de eficiencia: 31% en economías avanzadas, 34% en emergentes y 39% en países de bajo ingreso. Es decir, sin gastar más, se podría obtener entre 30% y 40% más valor si se convergiera hacia las mejores prácticas. A ello se suman procesos presupuestarios rígidos que dificultan reasignar recursos hacia inversión y capital humano. En conjunto, estas observaciones muestran que gastar mejor puede ser más relevante que gastar más cuando el margen financiero es limitado.
Volviendo a Chile, la contracción del capital no es neutra intertemporalmente: menos obra pública hoy implica menor PIB potencial mañana, encareciendo la deuda futura. Con una proyección de deuda bruta del Gobierno Central de 43,2% del PIB para 2026 y una autorización de endeudamiento por hasta US$ 18.000 millones es aún más relevante que cada punto del gasto adicional se oriente donde más rinde, esto es, hacia proyectos con alta rentabilidad social y ejecución creíble.
La política fiscal responsable no requiere expandir el Estado, sino recomponer el gasto. En 2026 hay espacio: el impulso efectivo de 2,5% permite trasladar parte de bienes y servicios hacia inversión sin aumentar el total. Esto exige revisar gastos, congelar dotaciones donde sea posible, racionalizar compras, cerrar programas ineficaces y flexibilizar procesos para reasignar recursos. Persistir en la inercia -más funcionamiento y menos inversión- con ingresos frágiles y deuda al alza equivale a resignar crecimiento y espacio fiscal futuro. Lo contrario, recomponer hacia inversión y elevar la eficiencia del gasto es lo que dictan los números.