Padre Hugo Tagle

Corrección de amigos

Pasó en el verano. Dos familias amigas deciden veranear juntas. Todo bien, pero una de ellas discutía casi todos los días. La otra, paciente,...

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 7 de marzo de 2011 a las 05:00 hrs.
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Pasó en el verano. Dos familias amigas deciden veranear juntas. Todo bien, pero una de ellas discutía casi todos los días. La otra, paciente, toleraba estos sinsabores sin atinar a inmiscuirse ni a corregirlos. Durante el día, las cosas andaban bien, pero llegaba la tarde y estallaba el huracán. Al principio, era poca cosa, pero iban creciendo en intensidad y violencia verbal. Hubo calmas, por cierto. Pero el punto es que mi matrimonio amigo no se atrevió a llamarles la atención y soportaron este melodrama sinfónico durante todas las vacaciones.



Voluntad de ayudar tuvieron. Pero no basta. Y si se ayuda, debe ser a tiempo. Hay cuartos de hora que no se deben dejar pasar. Luego, puede ser tarde.

Recordaba esto a raíz de lo vivido al interior de la Iglesia en estos meses. Siempre pienso que, una corrección oportuna al prójimo, y no solo a los sacerdotes, puede salvar una vida. A mí me han llamado la atención en más de una oportunidad por algún trato duro. Uno no se da cuenta. Pero, un comentario positivo a tiempo, arregla las cosas y lleva a cambiar de actitud. Lo he agradecido.

Una buena lección de este tiempo será el crecer en nuestra capacidad de corregir sabia y oportunamente las conductas impropias que veamos en otros o en nosotros mismos. Si usted es testigo de un gesto, palabra o actitud inconveniente en profesores, sacerdotes, médicos, familiares, en matrimonios; entre vecinos o colegas, adviértaselos. Corrija siempre con caridad y tino. Luego, y si es necesario, con otra persona como testigo. Si se busca honestamente ayudar a alguien, nadie debe ofenderse. La reacción del afectado, si ha actuado con buena fe, debería ser de consideración, respeto y voluntad de enmendar su conducta. Si, en cambio, su reacción es de rebeldía, desdén o menosprecio, entonces habrá que tomar otras medidas. Pero una primera advertencia, eficaz y sabia, puede salvar una vida, una vocación de servicio. Muchas veces una advertencia a tiempo puede evitar graves imprudencias. Nos pasa a todos: otros tienen mayor conciencia de lo que hacemos que nosotros mismos. De ahí que dejarse “chequear”, fiscalizar si se quiere, nos hace bien. Lamento que no siempre tengamos la valentía suficiente para corregir a quien vemos algo desorientado. Pienso, por ejemplo, en los excesos de alcohol, donde rara vez corregimos. En fin, más de uno dirá que lo ha hecho y no se les escuchó. Pero no es lo normal. Son muchas las personas que, con humildad y apertura de corazón, agradecen una advertencia oportuna por una conducta inapropiada. Claro está que, si se trata de hechos delictuales, ya ameritará otra medida.

Entre las obras de caridad se encuentra ésta de corregir al prójimo. Siempre hacerlo con sencillez, delicadeza y respeto. Esta elemental acción cristiana y humana puede ser salvar una vida.

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