Padre Hugo Tagle

Sinceramientos

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 23 de mayo de 2011 a las 05:00 hrs.
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Los tiempos han cambiado. El estricto límite, casi infranqueable, entre vida privada y pública no existe más. Si la prensa tradicional no se encarga de desvelar la verdad, lo harán las redes sociales. Todos -cual más, cual menos- nos encontramos expuestos al severo escrutinio público. Y no hay vuelta atrás. Esto exige mayor responsabilidad y cuidado, sobre todo para quienes detentan cargos de responsabilidad y poder. Así quedó de manifiesto ante el caso del ahora ex director del FMI y su aún presunta culpabilidad en un delito de acoso sexual.

Los enclaves de poder, la sensación de invulnerabilidad, la protección de círculos de poder, se terminaron. Y es bueno que sea así. Por estas tierras aún tenemos mucho que aprender. Aún la justicia conoce estamentos, niveles y ciudadanos de primera y segunda clase. Pero esta purificación, sinceramiento colectivo; suerte de catarsis de verdades escondidas bajo la alfombra, se acaban.

Nos debemos alegrar. La transparencia dejó de ser un anhelo difuso, etéreo, para saltar al centro de la vida pública, pasando a llevar de paso las cortinas artificiales de una mal comprendida vida privada.

Si usted hace algo que no pueda hacerlo a la luz de la calle, no lo haga. Así de simple. Si no lo puede comentar con tranquilidad, si debe cuidarse de comentarios, evite hacerlo. Un buen criterio de acción es preguntarse: Si de esto supieran personas que quiero, ¿que me dirían? Y le aseguro que tomaría mejores decisiones.

Más de uno de los escándalos que han saltado a la prensa en estas semanas se hubiesen evitado si se hubiese escuchado a tiempo un buen consejo. Las grandes embarradas en la vida no se comenten de un día para otro. Se van cocinando a fuego lento, con pequeñas malas prácticas, licencias que nos damos y que rozan el campo de lo permitido. Hasta que “se mete la pata” a fondo. Los grandes tropiezos son producto de pequeños deslices mal atendidos y asumidos.

“Lo que no se asume, no se redime”, dice San Irineo. Lo que no se afronta con madurez, humildad, finalmente no se puede reparar. La soberbia nubla los ojos y nos hace vivir una irrealidad. No es tan terrible el equivocarse. Lo terrible es la soberbia de no reconocer el error y por lo mismo no querer enmendarlo, de permanecer tozuda y tercamente en la falta, haciendo como “si no pasara nada”. La soberbia es la gran falta, la que está detrás de los grandes errores. Y se cura con una buena dosis de sinceridad ante uno mismo y de humildad. Es tiempo de luz. Es tiempo de bien. Auguro buenos tiempos para la humanidad.

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