Pilita Clark

La inquietud y preocupación crónicas son estados de ánimo útiles

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Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 28 de mayo de 2018 a las 04:00 hrs.
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No vivo en el campo y rara vez me confunden con un caballero, pero de vez en cuando llego a la oficina y encuentro un ejemplar de la revista de la Asociación de Caballeros Campestres en mi buzón.

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Aunque sigo sin entenderlo, me apresuré a leer la última edición la semana pasada ya que decía contener una entrevista “exclusiva” con Tommy Banks, el chef principal de veintitantos años del Black Swan, un pequeño hotel de su familia en Yorkshire, que los clientes de TripAdvisor clasificaron el año pasado como el mejor restaurante del mundo.

En realidad, Banks ha dado muchas entrevistas desde que tomó las riendas del restaurante premiado por Michelin en 2013, a la tierna edad de 23. De todos modos, yo quería saber qué tenía que decir porque he estado pensando de forma diferente sobre historias de éxito como la suya, tras un intrigante estado de ánimo que los académicos llaman “inquietud crónica”.

Esto se reduce a esperar lo peor, o a no sentirse complaciente cuando todo va bien. En otras palabras, es básicamente lo opuesto a todo el pensamiento audaz y positivo que sin cesar nos dicen que es vital para el éxito en una carrera. La primera vez que escuché la frase fue de una amistad que trabaja en la industria petrolera, donde claramente el concepto es endémico. Tiene sentido pensar que un pesimista con tendencia a preocuparse va a ser mejor para detener el derrame de un barco petrolero que un gerente feliz, que está satisfecho con las últimas consoladoras estadísticas de seguridad.

Sin embargo, entre más consideré el asunto, me fui convenciendo de que ser crónicamente inquieto sería útil para todos nosotros, y probablemente más saludable también.

Banks apoya mi teoría. Aunque el artículo de la revista era mayormente una halagadora charla sobre un libro de recetas que acababa de escribir, no podía haber sido menos arrogante. Dijo que no tenía “la más mínima idea” de cómo escribir un libro y que tuvo suerte de encontrar una editora y se enfrentó a un “aprendizaje muy difícil” para lograrlo. Esto hacía eco con otras entrevistas que ha dado, donde hablaba del “alivio” de poder retener su estrella Michelin (ganada originalmente por un antiguo chef del restaurante) y sus años de lucha para convertirse en un éxito. Quizás estaba tratando de no sonar demasiado engreído. Pero lo dudo.

De cualquier manera, su enfoque es un alivio en medio de la arrogancia que uno escucha de personas como Sir Richard Branson. “No es casualidad que muchas de las personas más influyentes y exitosas sean personas positivas”, escribió el empresario en un blog recientemente. “Las personas de pensamiento positivo generalmente ven posibilidades interminables y permiten que otros sientan lo mismo, y a la vez impulsan el mundo hacia adelante”.

Tal vez algunas personas exitosas siempre son positivas. Pero yo sé de bastantes personas exitosas que felizmente esperan lo peor. Esto les permite estar mejor preparadas y menos propensas a la desilusión. Si las cosas salen mejor de lo esperado, es un regalo. Esto puede ser útil en los negocios.“Tendemos a glorificar a los que toman riesgos, pero existen buenas razones para escuchar la voz de la precaución”, dice Rhona Flin, profesora en la Aberdeen Business School, quien ha escrito mucho sobre la inquietud crónica.

Evidentemente, la idea tiene sus límites. Para ser justa con Sir Richard, es difícil imaginar cómo uno puede hacerse multimillonario por su cuenta siendo demasiado pesimista. Dudo que el automóvil eléctrico Tesla existiría si Elon Musk se hubiera agobiado con dudas. Por otra parte, en campos como la terapia de comportamiento, la evidencia sugiere que cambiar pensamientos negativos por pensamientos positivos puede ayudar a mejorar la salud mental.

Sin embargo, está claro que muchas empresas podrían beneficiarse de más inquietud crónica. La frase surgió el mes pasado en el informe de un regulador sobre el Commonwealth Bank en Australia, un gran banco sacudido por acusaciones, desde la venta mal administrada de préstamos hasta cobrar por servicios que nunca prestó. El regulador dijo que muchos años de éxito continuo “opacaron” los sentidos del banco y una cultura de complacencia había llevado a un sentido de “comodidad crónica” en vez de “la inquietud crónica que había demostrado ser muy eficaz en otras industrias”.

Los otros sectores que citó el regulador se extendían desde la industria del gas y petróleo hasta el sector de la aviación y la industria nuclear. Estoy segura de que hay otros sectores más. Los cirujanos y los auditores vienen enseguida a la mente. En última instancia, hay mucho que favorece el poder del pensamiento negativo. De hecho, creo que puede ser positivamente edificante.

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