Rodrigo Aravena

Políticas que marcan la diferencia

Rodrigo Aravena González Economista Jefe – Banco de Chile

Por: Rodrigo Aravena | Publicado: Lunes 16 de noviembre de 2020 a las 04:00 hrs.
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Si algo ha sido objeto de un sinnúmero de análisis y discusiones a través del tiempo, es la determinación de los factores clave en el crecimiento y desarrollo. Pese a la gran diversidad en elementos idiosincráticos que inciden en dichos procesos, al menos hay consenso transversal en un factor: la calidad de las políticas públicas marca la diferencia en el bienestar de largo plazo. De otra forma, por ejemplo, sería muy difícil entender las brechas de desarrollo en Latinoamérica, pese a que la gran mayoría de los países posee el mismo idioma, abundancia de recursos naturales y similares condiciones climáticas.

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En esta línea, es evidente que las políticas y modelos de desarrollo adoptados no son inocuos sobre el bienestar. Sin ir más lejos, el giro que dio Chile algunas décadas atrás, mostrando una innegable mejora respecto de su propia historia y la de otros países, ha sido ampliamente destacado como un ejemplo del rol que tienen los esquemas de políticas en el largo plazo.

Entender ese rol es clave hoy, especialmente a la luz de la discusión pública y económica. Lo menciono con algo de preocupación, dada la imperiosa necesidad de elaborar buenas repuestas de políticas, que sean realistas y sustentables a lo largo del tiempo. Es por ello que, más allá de recomendar una medida por sobre otra, quisiera reforzar la necesidad de relevar algunos elementos claves en la discusión.

Para partir, debemos recordar que el bienestar está íntimamente relacionado con la capacidad de crecimiento. En otras palabras, sin crecimiento simplemente no podemos financiar los desafíos del país. Por esta razón, resulta fundamental cuidar aquellos elementos que han sido esenciales para el bienestar de la población, como la inflación baja y estable, el acceso al crédito y la capacidad de inversión, entre otros. De esta manera, se deben robustecer consensos sobre algunos factores que han sido gravitantes en este proceso, como el rol de la independencia del Banco Central.

Es imperioso, además, contar con un adecuado proceso que identifique políticas sustentables en el tiempo, que tengan financiamiento y logren un adecuado impacto y focalización. Un excelente ejemplo fue presentado en el último Informe de Estabilidad Financiera (IEF) del Banco Central, donde se comparaban los efectos de un retiro de fondos de pensiones versus inversión pública equivalente y financiada con deuda. A grandes rasgos, esta última generaba un efecto cinco veces más expansivo en la actividad y sin afectar los ahorros de las personas. Este tipo de ejercicios debiera aplicarse a varias de las propuestas que se discuten hoy.

Finalmente, debemos aprender del pasado y considerar recomendaciones que han estado pendientes desde algún tiempo. En esa línea, también es útil destacar la preocupación mostrada en el IEF por potenciales efectos de algunos proyectos, entre ellos nuevos retiros de fondos de las AFP, indicaciones a proyecto de seguros y retiros de rentas vitalicias, entre otros. En el pasado, hemos visto medidas que han terminado por afectar aspectos tan sensibles como la inclusión financiera, lo cual finalmente afecta el bienestar de las personas. La discusión de estos y otros factores requiere, hoy más que nunca, un adecuado análisis realista y de largo plazo. Pero como he mencionado en otras ocasiones, la buena noticia es que aún está en nuestras manos.

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