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Transparencia en intereses corporativos y necesidades de la sociedad

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Algunos recordarán cuando en los inicios de 2000 se instauró el multicarrier para llamadas de larga distancia nacional e internacional en Chile. Nadie entendió al principio que un servicio de comunicación suministrado por una empresa estatal, de repente se abriera a distintos operadores y estos compitieran por precio y servicio. Los puertos eran del Estado, ya que eran un tema de “seguridad nacional”. Hoy los puertos compiten por precio y servicio y existe interés de nuevos operadores para invertir y tener parte en el negocio. Hace un par de años, la industria de AFP estaba concentrada en cinco operadores, se abrió el mercado a las licitaciones de carteras y vemos como hay un nuevo operador funcionando vía precio y hay otros interesados por ingresar en dicho mercado. Lo mismo se produjo con la concesión de carreteras y los privados comenzaron a realizar importantes inversiones que se han traducido en mejoras sustanciales para la sociedad en su conjunto. Ahora vemos como la portabilidad numérica de los celulares nos permite la alternativa de elegir entre distintos operadores, sin tener que perder el número telefónico ni cambiar el teléfono. Con la llegada de la televisión digital se abren nuevas alternativas y modelos de negocios y vemos como distintos actores económicos van tomando posiciones.

Pero todos estos avances que parecen obvios fueron ampliamente discutidos y debieron sortear muchos escollos e intereses de distintos grupos de interés que pusieron todos sus argumentos y recursos para defender el statu quo. Las autoridades con inteligencia y convicción han logrado conciliar posiciones y generar importantes desarrollos en estas industrias y generar un salto de productividad importante parta Chile. El mercado implica competencia y debe cuidarse del corporativismo, entendiendo por este último un sistema regido por intereses de grupos minoritarios que imponen al resto de la sociedad por medios distintos a la competencia barreras superficiales que les garantizan una porción de dicho mercado. Deben ser observadas con detención por las autoridades competentes de manera de evitar cualquier distorsión en los precios y la falta de desarrollo de nuevos productos y servicios. Pero el corporativismo no es monopolio del sector privado, por el contrario, también se da en la administración pública. Un ejemplo de ello son gremios que representan intereses de grupos particulares de trabajadores y que mediante la presión, en algunos casos superando la misma legalidad, logran confundir a la opinión pública respecto de cuáles son sus objetivos particulares y cuáles son las mejores opciones para la sociedad. Esto podría ser el caso con los profesores de la educación pública, con los funcionarios de la salud pública y empleados de Codelco, por dar algunos ejemplos. Son gremios con gran poder de convocatoria y que a través de la paralización de sus actividades pueden generan un daño social al país logrando obtener beneficios fuera de lo normal.

Si Chile quiere ser un país de oportunidades y mejorar en productividad y crecimiento los poderes corporativos deben ser escuchados, pero no necesariamente deben ser parte de la solución de las políticas públicas futuras. Hay que transparentar su agenda. El país debe avanzar en ir liberando nuevos espacios de competencia y botando barreras que no son necesarias. Al respecto quedan espacios en muchos sectores e industrias. Por mencionar algunos: la desmaterializacion de las hipotecas que permitan a los deudores hipotecarios cambiarse de banco fácilmente, la desmutualizacion de la Bolsa de Comercio, multicarrier eléctrico y de telefonía básica, la apertura de cielos para líneas aéreas internacionales, el impuesto al diésel que es más contaminante que la gasolina, usos de espacios en los aeropuertos, cuotas de pesca, notarías, conservadores de bienes raíces, la movilidad laboral en sectores de la administración pública y muchos otros.

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