Una mirada a 2011
Una meta (esta vez para la oposicion) es dejar de ver al gobierno como polos contrapuestos
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El 2011, el segundo año de la administración del presidente Sebastián Piñera, ha comenzado con la incorporación de nuevos ministros. Se inicia una etapa para enfrentar desafíos, para probar gente nueva y para respetar antiguos y eternos ideales.
El primer desafío es para el gobierno. Es tener la capacidad de poder aprender de lo malo, y no ocultarlo, ya que sólo así podemos mejorar. Por ejemplo, en 2010-2011 el gobierno del cambio nos sorprende con las cuentas públicas, tanto de sus ministros como del mismo presidente de la República. Ellas son importantes para la transparencia y para que los ciudadanos puedan evaluar la labor desarrollada. Tuve la suerte de asistir a la cuenta pública en la que el ministro Lavín nos dio a conocer su año, sus reformas y sus ideas. No niego que lo que nos mostró era un año excepcional; sin embargo, una cuenta pública debe ser mucho más que eso: es necesario que se muestren también los medios para los fines buscados, hablo de cifras y números y, por cierto, saber también lo que no funcionó. Lo segundo es a raíz del rol de la oposición. Luego de la cuenta pública del presidente, la oposición liderada por Carolina Tohá criticó fuertemente no respetar la tradición del discurso del 21 de mayo, pero poco se escucharon comentarios de fondo a lo expuesto por el gobernante. Creo que una segunda meta (esta vez para la oposición) es dejar de de ver al gobierno y a ellos mismos como polos contrapuestos, cuales protagonistas y antagonistas en una tragedia griega que cambian papeles luego de la votación, y que nos demos cuenta que ambos, con acuerdos y desacuerdos en materias opinables, pueden ayudar a formar un futuro mejor para Chile.
Lo tercero es, un desafío para todos: para el Estado, los cuerpos intermedios y para cada uno de nosotros. Debemos contribuir a que las más de 500 mil personas que aún no encuentran trabajo lo hagan en condiciones dignas y justas; que la falta de recursos no sea un impedimento a las familias para elegir la educación de sus hijos o la casa que quieren para formar un hogar; y por último la protección de toda vida humana, desde la concepción hasta su término natural. Es el antiguo y eterno desafío de lograr que las personas y familias vivan mejor.