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Y seremos reemplazados

Débora Calderón Kohon

Por: Débora Calderón Kohon | Publicado: Martes 1 de agosto de 2017 a las 04:00 hrs.
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Primero fueron la literatura, el cine y la ficción los que se maravillaron con las historias de Inteligencia Artificial (IA). Los guiones de películas superaban los límites de la imaginación y nos hicieron pensar que muy pronto los robots estarían a cargo de nuestros trabajos, procesos complejos y, por qué no, de administrar nuestras vidas.

La IA es un tema fascinante, tanto por los enormes avances que significa en la tecnología como por el temor de que se desarrolle lo suficiente para dominarnos. Pero el concepto de IA no es tan reciente como parece. Desde los tiempos de Alan Turing –al que se considera el padre de la misma– y la construcción de su dispositivo Bombe, que permitió descifrar los códigos de la máquina Enigma alemana, han pasado más de 70 años.

Y si bien es cierto que su implementación ha dado nuevos bríos a gigantes como Google y Facebook y ha permitido implementar grandes soluciones para satisfacer necesidades de los clientes, cada uno de estos avances requiere de sistematización y programación prolongada. Y esto sigue estando en manos humanas.

Peter Bentley, director tecnológico de Braintree, sostuvo hace unos días en una entrevista con El País que ha querido convertir todo su conocimiento sobre la biología humana en algoritmos que solucionen problemas para nosotros: es decir, haciendo robots. Robots que entiendan cómo se producen los fraudes al seguro, o que descubran intrusiones en la red. Como informático, Bentley sostiene que él piensa en la vida como una tecnología de procesamiento de información. Así, la inteligencia recae en la manera en que toda la información del ambiente combina entre sí, evoluciona y resuelve problemas complejos. Así también podemos entender cómo tenemos que hacer las tecnologías del futuro.

Algún día seremos reemplazados. Puede ser que efectivamente haya muchos procesos que la IA tome en sus manos, pero hasta entonces hay mucho que debatir. Por ejemplo si los algoritmos de IA son prejuiciosos, discriminan y no muestran todas las realidades, tal como aseguraron investigadoras de Microsoft y Google que, junto a la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, lanzaron una iniciativa para identificar las inequidades de esta técnica.

El debate está abierto. Las posibilidades que brinda la IA para repensar negocios y redefinir la experiencia de clientes en materia de cercanía, agilidad, personalización, engagement y conocimiento de preferencias, son infinitas. Mientras los sistemas se hacen más sofisticados y van dando en el clavo de soluciones reales, serán los mercados los que tendrán que regular el actuar de estos robots y la forma en que se combina su quehacer con el humano. Suena a conversación del futuro, pero no. Está pasando aquí y ahora.

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