Editorial

Acuerdos en el Congreso

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Con días de anticipación y sin la apremiante circunstancia de tener que resolver contra el reloj, este año el gobierno logró zanjar satisfactoriamente dos materias relevantes en la agenda anual de esa cartera. Se trata de la Ley de Presupuestos y el reajuste del sector público, asunto este último que tiene, además, un doble mérito, ya que desde hace seis años que el reajuste no se enviaba en acuerdo con los trabajadores.

En efecto, con un incremento superior al inicialmente previsto (de 5% en lugar de 4,8%) en el caso de la Ley de Presupuestos y un reajuste salarial también del 5% (más cerca del 4% propuesto por la autoridad que del 8,5% solicitado por las organizaciones laborales), las autoridades del Ministerio de Hacienda se anotaron estos importantes avances legislativos pese a que, al menos en el primer frente, el ambiente político crispado de la semana previa sólo permitía anticipar una negociación dura y hasta la última hora del plazo legal.

Más allá de lo desconcertante que resulta que mientras Hacienda y la Segpres avanzaban en el Congreso, en Santiago se daba la impresión de un quiebre total e imposible se subsanar, lo destacable de este doble récord legislativo es justamente que permite abrigar la esperanza de que a futuro el proceso de negociación parlamentaria siga este derrotero, muy distante del que se observó buena parte del año y que se calificó de obstruccionista.

Que el parlamento se legitime como un espacio de diálogo en donde la exposición de las diferencias termina enriqueciendo las leyes no sólo permite un mejor marco legal e institucional en el país, sino que también ayuda a reputar a la clase política.

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