Editorial

AMLO y México: el precio del personalismo

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os mexicanos eligieron Presidente a Andrés Manuel López-Obrador (AMLO) apostando por uno de los políticos de más larga trayectoria en el país, que si bien no abandonó en su campaña la línea de izquierda dura con la que siempre se ha identificado, al menos ofreció una versión algo más moderada de su imagen y su discurso.

Los primeros seis meses de AMLO en el poder indican que lo anterior fue antes que nada una estrategia electoral, puesto que no sólo no ha moderado en lo esencial su ideario político de sesgo estatista, sino que ha decidido gobernar con un personalismo que pasa por encima de los procedimientos y las instituciones, con serios costos para México.

Así, el Presidente desautorizó a su ministro de Hacienda y a su jefe de gabinete cuando estos admitieron las cifras económicas poco halagüeñas de los últimos meses: una expansión que se estima en sólo 1,64% para el primer año de gobierno; la salida de más de US$ 6 mil millones entre noviembre de 2018 y enero pasado; un nivel de riesgo país que pronto podría superar a Brasil. Junto con eso, AMLO desconoció los contratos en curso para la construcción de un nuevo aeropuerto en Ciudad de México, deteniendo una construcción que tenía 30% de avance y disparando varias veces el costo; todo en favor de un proyecto alternativo concebido por él y que no tiene viabilidad técnica.

El Presidente echó atrás la reforma energética del gobierno anterior, que buscaba introducir más competencia; insiste en construir una refinería que los expertos concuerdan carece de sustento económico y técnico, para lo cual fijó una licitación “por invitación” en que él mismo escogió a los participantes, pero que de todas formas declaró desierta al no quedar satisfecho con las ofertas; creó una guardia nacional militarizada para combatir el narcotráfico en la que tendrá directa injerencia; y ha iniciado un programa de despido en el Estado que muchos acusan de apuntar a los mandos técnicos y a funcionarios críticos de su gestión.

En suma, un balance poco alentador de cara a los cinco años y medio de mandato que le quedan por delante.

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