Editorial

Consejo Constitucional: “No cometer el mismo error”

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Con el resultado de la elección de consejeros constitucionales se inicia una nueva etapa muy delicada en el proceso de reforma de la Constitución. Como dijo el propio Presidente Boric, el principal desafío del sector que se impuso muy mayoritariamente en las urnas será no repetir el error que, luego de una victoria que también fue holgada en su momento, cometió la anterior Convención Constitucional. Ese error consistió en creer que la abultada diferencia de votos entre los ganadores y los perdedores del plebiscito de entrada confería a los primeros una suerte de carta blanca para imponer sus ideas y visiones en la nueva Constitución.

Esa equivocada convicción derivó en una forma poco democrática de encarar el debate de las reformas, que en algunas ocasiones llegó al punto de ignorar por completo la opinión de la minoría, e incluso de negarle la oportunidad de expresarla. Esa actitud, unida al carácter refundacional y radical de muchos de los cambios planteados por la Convención, terminó desencantando a los chilenos con el proceso, que rechazaron el texto propuesto por un abultado 62%.

El Consejo Constitucional debe reencantar a muchos con el diálogo democrático para alcanzar acuerdos amplios.

La situación ocurre hoy con los roles de minoría y mayoría invertidos en términos políticos, pero en un grado aun más intenso, pues los ganadores del domingo tienen efectivamente un poder de veto en virtud de la proporción de escaños que controlan en el Consejo Constitucional, con los partidos de la derecha ocupando 34 de 51.

Si ello se transforma en una herramienta para polarizar el Consejo por la vía de imponer a la minoría las posturas de la mayoría, en lugar de buscar consensos a través del diálogo, el riesgo de que los chilenos vuelvan a rechazar la propuesta de reforma constitucional será muy alto. Que los votos nulos y blancos sumarán una quinta parte del total ya es un indicio de que muchos electores desconfían del proceso.

El Consejo Constitucional tiene la gran responsabilidad de reencantar a muchos ciudadanos con la idea de que el diálogo democrático entre actores con sensibilidades políticas distintas sí puede conducir a acuerdos amplios que pongan al centro el interés del país. Ese desafío empezó al cerrarse las urnas.

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