Editorial

Desafíos para el nuevo gobierno de Brasil

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Cuando el entonces vicepresidente de Brasil, Michel Temer, asumió el mando del país en forma interina, en reemplazo de la suspendida presidenta Dilma Rousseff, a mediados de mayo, los inversionistas dieron un salto de optimismo.

Su enfoque más moderado y su extensa red de aliados en el congreso prometían poner un fin a la crisis de confianza. Los analistas, sin embargo, hicieron una advertencia: el escándalo de corrupción que golpeó a la mandataria está tan extendido, que su reemplazante podría heredar los mismos riesgos.

Ha transcurrido un mes y la nueva administración ya se ha visto sacudida por revelaciones de manejos irregulares. Dos ministros del gabinete de Temer han debido dejar sus cargos, con otros más cuestionados.

El gobierno ha mantenido su impulso de reformas, con una rápida aprobación del nuevo presupuesto y la designación de un nuevo presidente en el banco central, pero el capital político de Temer parece estar agotándose aceleradamente.

Entre los propios senadores, el apoyo para un juicio político a Rousseff está tambaleando y ahora se fortalece en cambio la idea de convocar a elecciones anticipadas, lo que podría extender la incertidumbre por varios meses más.

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