Desempleo profesional
Chile enfrenta hace más de dos años y medio tasas de desempleo superiores a 8%, en un escenario en que la lenta recuperación de la actividad económica no ha facilitado revertir esta tendencia y donde el deterioro ya no se concentra en los segmentos de menor calificación, sino en quienes cuentan con educación superior completa. El desacople entre crecimiento y empleo ha derivado, así, en una insuficiente generación de puestos de trabajo que está dejando fuera a técnicos y profesionales, erosionando con ello el capital humano acumulado.
Un reciente informe de OCEC-UDP constató que, por primera vez, la fuerza laboral con educación superior completa sobrepasó a la que cuenta solo con enseñanza media. En 15 años, la proporción de trabajadores con estudios superiores pasó de 22% a 42% (más de 4,2 millones de personas). Aunque en teoría se trata de una buena noticia, pues daría cuenta de más capital humano para sostener mayores niveles de productividad, la mayor formación académica no se ha traducido en una inserción laboral de igual calidad.
La tasa de desempleo de quienes poseen educación superior completa se ubicó en 7,6% en el segundo trimestre de 2025, con un alza anual de 0,4 pp, muy por sobre el promedio de 4% de la OCDE. En contraste, la desocupación entre los trabajadores que no completaron la enseñanza secundaria bajó. Tal panorama evidencia que el país enfrenta tanto un problema de desempleo abierto, como de subutilización sistemática de competencias.
La magnitud de esta brecha exige replantear prioridades de política pública, que junto con hacerse cargo de la necesidad de elevar la capacidad de crecimiento de mediano plazo -condición básica para generar empleos altamente calificados-, favorezcan la generación de puestos de trabajo que aprovechen la formación adquirida. Un requerimiento base es que los estudiantes y las familias cuenten con información accesible y oportuna para que las decisiones vocacionales se sustenten en datos de empleabilidad y salarios de largo plazo, y no solo en indicadores parciales. Al mismo tiempo, es urgente profundizar la coordinación entre el sector productivo, el gobierno y el sistema educativo, a fin de anticipar necesidades de competencias y junto a ello emprender una estrategia que reduzca los costos de transición en un mercado sujeto a cambios tecnológicos acelerados.
La agenda laboral de la actual administración dista de estos focos, lo que sumado al escaso tiempo que le resta, hace indispensable que el próximo ciclo político ponga en el centro la calidad del empleo y la mejor utilización del capital humano acumulado. En el actual escenario de altas tasas de desocupación, el país necesita crecer más, pero también hacerlo mejor, generando puestos que retengan talento y permitan sostener un desarrollo competitivo.