La gira internacional de Donald Trump la semana pasada, la primera de su mandato, tuvo un comienzo prometedor, con una decidida propuesta del mandatario estadounidense de trabajar por un acuerdo de paz entre Palestina e Israel. Sin embargo, a medida que dejaba atrás las tierras de Medio Oriente e iniciaba la fase europea de su visita, las cosas comenzaron a empeorar notoriamente.
Trump no solamente se rehusó a reafirmar el artículo 5, que estipula el compromiso de defensa mutua de los miembros de la OTAN, sino que además dejó en suspenso su decisión sobre si respetará las metas del acuerdo de París sobre cambio climático, suscritas por su predecesor, Barack Obama.
El tenso encuentro entre el mandatario con Angela Merkel llevó a la canciller alemana prácticamente a declarar como muerta la histórica alianza que ha sostenido a Occidente durante los últimos 70 años.
Los roces no sólo son una mala noticia para los socios de la OTAN, sino que probablemente habrán alegrado a las autoridades en el Kremlin, que esperan ver la influencia mundial de Moscú afirmarse a medida que los antiguos aliados se dividen y se vuelcan a sus intereses internos.