Click acá para ir directamente al contenido
Editorial

El tono presidencial en el debate

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 12 de septiembre de 2025 a las 04:00 hrs.

El primer debate presidencial televisado ofreció a la ciudadanía la oportunidad de observar, en forma simultánea, los estilos de liderazgo de los ocho candidatos a La Moneda. Más allá de la dinámica propia del formato -que privilegia la agilidad y los cruces, por sobre la profundidad programática-, se pudo apreciar cierta coincidencia en los diagnósticos respecto de que Chile necesita retomar el crecimiento y reforzar la seguridad pública. La diferencia estuvo en el tono, en la impronta presidencial que cada candidatura buscó proyectar, un factor tan decisivo como las propuestas en un escenario político fragmentado y socialmente tensionado.

La gobernabilidad exige tanto programas sólidos, como templanza y disposición al diálogo.

Los postulantes mejor posicionados en las encuestas -José Antonio Kast, Jeannette Jara y Evelyn Matthei- coincidieron en que crecimiento, seguridad y mantención de derechos sociales serán prioridades en sus eventuales gobiernos. Así, Kast acentuó una agenda más inflexible y punitiva en orden público, mientras que Jara buscó reafirmar la continuidad de políticas sociales de la actual administración. Pero la disputa central radicó en la forma de transmitir sus planteamientos y en la capacidad de proyectar gobernabilidad. En un país que enfrenta bajo crecimiento, deterioro del empleo y expansión del crimen organizado, la ciudadanía evalúa tanto las soluciones como la manera en que se pretende conducirlas. Kast y Jara se enfrascaron en un intercambio áspero que acentuó la polarización y dejó escaso espacio para el despliegue de liderazgo institucional. Jara se vio sobrepasada en algunos momentos críticos, sin lograr transmitir la solidez esperable de una candidatura que representa a un arco político amplio; mientras que el representante de republicanos, si bien si bien logró reforzar su identidad, desaprovechó instancias para mostrarse como una alternativa más robusta.

Más allá de las coincidencias programáticas con sus principales oponentes, Matthei optó por un discurso orientado a la unidad y a la construcción de un país más optimista. En una performance no exenta de cálculo, invitó a trabajar en acuerdos transversales, buscando transmitir que Chile cuenta con bases sólidas para crecer si se logra alcanzar consensos.

El resto de los aspirantes jugó roles secundarios, aunque no irrelevantes. Marco Enríquez-Ominami buscó recuperar protagonismo con críticas al oficialismo y a la derecha, pero sin aportar novedades programáticas; Eduardo Artés insistió en un discurso radical; Johannes Kaiser optó por intervenciones disruptivas y Franco Parisi en promesas generales. La sorpresa fue Harold Mayne-Nicholls, quien sin experiencia política ni respaldo partidario significativo, apostó por un tono conciliador y un estilo moderado que contrastó con el tono beligerante.

De cara a la elección, el desafío de los principales contendores no solo será demostrar que comprenden los problemas de fondo, sino que son capaces de liderar un proceso de acuerdos, en un contexto de dispersión política. De lo contrario, el riesgo es tener nuevamente un país y un Congreso inmovilizado. La gobernabilidad requiere convicción, pero también templanza y disposición al diálogo.

Te recomendamos