Editorial

Extensión de la jornada laboral y productividad

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Con el puño en alto un grupo de diputados celebraba este miércoles en la Cámara de Diputados el que la idea de una parlamentaria lograra que un grupo de 41 legisladores le diera luz verde a la tramitación de un proyecto de ley que busca reducir desde 45 a 40 horas semanales la jornada laboral en el país. La propuesta, que irrumpe en la agenda legislativa cuando ya toma forma el año electoral, asoma como una carnada tentadora en el contexto político, aunque de entrada el ministro de Hacienda y la vocera aseguraron que la idea no está en agenda y no cuenta con patrocinio oficial.

Como sea, y más allá de los indicios populistas que trasuntan ideas como esta y otras que suelen surgir en años electorales, parece prudente y necesario que el debate haga ver no sólo la inconveniencia de avanzar en algo de este tipo en un momento tan complicado para la economía y el mercado del trabajo (con claros síntomas de deterioro cualitativo), sino que ponga de manifiesto que cualquier comparación, por ejemplo, con otras economías de la OCDE, exige mirar con un mínimo de seriedad temas sustantivos como las competencias disponibles en la fuerza de trabajo y el real espacio de que ésta sea efectivamente más productiva. La verdad es que las normas laborales vigentes y la débil performance de nuestros trabajadores en materias como comprensión lectora, numérica y digital, hacen vana la expectativa que de forma oportunista enarbolan algunos parlamentarios en cuanto a que el país es capaz de producir más con menos trabajo e idénticos sueldos, sin incluir en el análisis los evidentes efectos que una idea como esta tendría sobre quienes buscan empleo.

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