Editorial

Impuestos no tan verdes

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La reforma tributaria incluye la aplicación de los denominados impuestos verdes, que buscan gravar la externalidad que generan las emisiones. Esto incluye un impuesto a los vehículos de uso no comercial y un impuesto a las termoeléctricas por sus emisiones locales (material particulado, óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre) y globales (CO2). Tales impuestos han sido cuestionados por su ineficiencia del punto de vista ambiental y el impacto que generarán en la industria nacional.

En efecto, si realmente se buscara gravar la externalidad, en vez de aplicar un impuesto a los vehículos, debiera rediseñarse el impuesto específico a los combustibles. En el caso de las fuentes fijas, no debiera gravarse solo a las centrales termoeléctricas -que ya están sujetas a normas de emisiones– pues deja fuera a otras fuentes que contribuyen a la contaminación del aire, como son las fundiciones.

El impuesto al CO2 es quizás el más crítico, toda vez que impone un elevado costo a la generación eléctrica, lo que repercute en todos los procesos productivos. Los costos de abatimiento son elevados, lo que augura que no habrá reducción de las emisiones y, aunque la hubiera, no tendría más que un efecto insignificante considerando que Chile contribuye con apenas un 0,2% a las emisiones globales.

Dado que está en curso un proceso de negociación a nivel mundial para acordar una reducción de estas emisiones, pareciera razonable diferir la aplicación de este impuesto hasta al menos conocer qué acciones comprometerán los mayores contaminantes del mundo y nuestros principales competidores en los mercados.

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