Editorial

Los nuevos gobernadores

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Por la importancia que tienen -al menos en teoría- para el largamente postergado proceso de descentralización del país, los recién elegidos gobernadores merecían más que el paupérrimo 19% de participación que vimos en la segunda vuelta del domingo. Por primera vez la principal autoridad de cada región se elegía a través del voto popular, remplazando al intendente que hasta ahora nombraba el Presidente de la República, un hito cuya relevancia no bastó para movilizar a los electores en tiempos de endurecimiento de las cuarentenas.

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De alguna forma esa intención descentralizadora se contradice con la creación de la figura del delegado presidencial, quien será el representante del jefe de Estado en la región. En el papel sus atribuciones son distintas a las del gobernador, pero no es difícil anticipar la posibilidad de choque entre ambas autoridades. Definir “quién manda más” en casos de discrepancia o crisis podría revelarse una traba en el diseño institucional.

Pero justamente dichas atribuciones presentan otro problema: el cargo fue creado y los gobernadores elegidos antes de que sus competencias estén plenamente definidas en la ley. En el Congreso se tramitan aún dos proyectos que abordan la transferencia de competencias y recursos desde el gobierno central a las regiones. Aunque tienen urgencia, lo anterior permite abrigar ciertas dudas sobre el pie en que iniciarán sus tareas las nuevas autoridades.

Por eso mismo, mucho dependerá de cómo ellas decidan desarrollar su labor y cumplir sus objetivos. Existe espacio, como han hecho ver analistas, para que los gobernadores entren tempranamente en una dinámica de permanente conflicto con el Gobierno en central, precisamente en un intento de obtener más atribuciones y recursos. Esa lógica sería poco auspiciosa para el futuro de la descentralización, que es el objetivo que todos los actores aseguran compartir.

Generar dinámicas constructivas con el gobierno central, en beneficio de las regiones, será la primera gran responsabilidad de los nuevos gobernadores en este nuevo experimento institucional por el que estamos apostando. Y si el cargo se vuelve mayormente una tribuna política, como algunos temen, se estará defraudando a los ciudadanos.

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