Editorial

Los retos del nuevo gabinete

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Tras un compás de espera que excedió todo pronóstico luego que la Presidenta incumpliera el plazo de 72 horas que se había autoimpuesto, finalmente se despejó ayer la interrogante de quiénes serán los encargados de conducir desde el Ejecutivo el proceso político, uno profundamente golpeado por los escándalos de corrupción y faltas a la probidad y las secuelas de una economía desacelerada y que ha tardado en agarrar tracción.

Si bien en el papel los anuncios dan cuenta de un ajuste que no puede calificarse de menor, dado que incluye nuevos rostros en carteras clave como Interior y Hacienda, serán las señales que emerjan a partir de ahora de parte de los nuevos titulares las que permitirán calibrar si habrá un cambio de rumbo relevante frente a los dilemas centrales que enfrenta el país. Los nombres que han asumido en ambas carteras por cierto cuentan con una amplia y reconocida trayectoria en sus respectivos ámbitos, y son mirados con respeto en círculos políticos y económicos.

Más allá de los cambios ministeriales y los anuncios en La Moneda es un hecho que el país quiere ver pasos concretos para recobrar confianzas, en todos los ámbitos. Las palabras para devolver el ánimo en el ambiente de negocios tampoco fueron suficientes. Es claro el diagnóstico: lo que se requiere ahora es dejar atrás un primer tiempo del gobierno de la Nueva Mayoría marcado por el paso de la "retroexcavadora" y el ímpetú reformista que terminó por minar el respaldo de la ciudadanía y ahuyentar a la inversión. Se necesita volver a poner el crecimiento de la economía y la reactivación de los sectores productivos en la cima de las prioridades de un gobierno que, hasta ahora, pareciera haberlas relegado a un discreto segundo plano. Que preocupaciones como la delincuencia, los problemas del transporte público o las zonas golpeadas por las catástrofes tampoco queden de lado.

Cuántos espacios de diálogo y disposición de encontrar consensos habrá en el proceso de reformas, cuál será el énfasis de las mismas (en especial en materia laboral, constitucional y, por qué no, de revisión de la reforma tributaria) y qué importancia relativa tendrá la recuperación económica en las prioridades de Hacienda, son todas interrogantes centrales. A ello se debe sumar, por cierto, qué señales darán las autoridades en cuanto a la necesidad de avanzar sin sinuosidades en la búsqueda de la verdad en los casos en que hay fundadas sospechas de irregularidades y hasta corrupción, junto con caminar en una agenda que fue opacada en su debut por el ambiguo anuncio del proceso constituyente.

Que se produzca un giro sustantivo y con bases sólidas que permita salir de la actual crisis no será posible si no se basa en una irrestricta voluntad de llegar a la verdad. No hacerlo así, sólo llevará a que la gestión política del nuevo equipo se desvalorice y que la política con mayúsculas termine de hundirse en el desprestigio.

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