Editorial

Por qué no a un Consejo de Medios

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Existe entre muchos miembros de la Convención Constitucional una acendrada convicción de que todos los temas que son relevantes para la sociedad deben estar incluidos de alguna forma en la futura Constitución. No sólo eso, desde esa mirada, se concibe que debe ser el Estado -y en algunos casos, únicamente el Estado- el que se encargue de velar, a menudo a través de nuevos órganos creados al efecto, por la provisión y calidad de una lista casi interminable de bienes públicos que consideran necesario garantizar.

Con esa lógica, a fin de asegurar el “pluralismo informativo”, la comisión de Sistemas de Conocimiento había propuesto la creación de un Consejo Nacional de Comunicaciones “autónomo, con personalidad jurídica y patrimonio propio”, lo que fue finalmente rechazado por el pleno de la Convención y no formará parte del borrador de nueva carta fundamental.

Es una buena noticia. Por un lado, porque como recordó una reciente columna del director del Observatorio Judicial en esta página -una entidad de la sociedad civil, cabe destacar-, el propósito original de las Constituciones es poner límites al poder del Estado para así facilitar el ejercicio efectivo de muchos derechos, entre ellos, uno tan fundamental como el derecho a la información y a la libre expresión.

Por otro lado, porque la finalidad del Consejo propuesto -“proteger y promover el derecho a la comunicación social, la libertad de prensa, el pluralismo en los medios de comunicación y la libertad de información”- resultaba tan amplia como vaga, abriendo peligrosos espacios para restringir la libertad editorial de los medios de prensa y amenazando, justamente, el pluralismo informativo, entregando a un solo organismo la definición del mismo.

La experiencia histórica comparada es muy clara respecto de que allí donde el Estado tiene fuerte incidencia en el sistema de medios de comunicación (o peor aun, el monopolio), la libertad de expresión y el pluralismo informativo son escasos o inexistentes. Esa es una lección que jamás debe dejar de aprenderse.

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