Sociedad entre democracia y crecimiento económico
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n nuestra edición del lunes dimos a conocer un estudio conjunto de MIT, Columbia y Harvard que demuestra una correlación positiva entre democracia y crecimiento económico: el PIB de un país, concluye la investigación, podría aumentar entre un 20% y un 25% en las dos décadas siguientes a la adopción de un sistema de gobierno democrático.
Se trata de una conclusión que debe alegrar a los partidarios de la democracia. A menudo se ha dicho que las instituciones democráticas —en tanto sujetas por reglas claras y por las riendas de una voluntad popular que debe ser respetada— inhiben antes que promueven el dinamismo de los mercados. Por el contrario, como explicó un académico consultado por este diario, la democracia genera “mejoras significativas en inversión, provisión de bienes públicos, mejoras en capital humano y bajas en conflictos sociales”.
Pero aunque bienvenido, este tipo de argumento resulta por sí solo insuficiente para recuperar el prestigio de las instituciones democráticas en tiempos en que son cuestionadas en muchos lugares, por buenas y malas razones. Si algo tiene el poder de hacer que la democracia recupere lustre ante la ciudadanía serán primero el buen gobierno y el Estado eficiente, no el balance económico.
Es mucha la evidencia comparada de que la insatisfacción prolongada con el desempeño de los organismos de gobierno y del aparato estatal deriva, casi inevitablemente, en pérdida de confianza y desprestigio de la democracia como sistema político. Esta es otra razón de peso —además del necesario cuidado por la eficiencia y la eficacia— para darle a la modernización del Estado chileno una prioridad que hasta ahora no ha tenido en la agenda de reformas. Contar con evidencia empírica de que la democracia es, además de una garantía de libertades y derechos, un factor de crecimiento económico, debe servir como combustible adicional para perseverar en ese esfuerzo.