Editorial

Venezuela se desangra

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Imagen foto_00000001egún la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, en 2019 alrededor de 3,6 millones de emigrantes venezolanos —más del 10% de la población total del país— “necesitarán asistencia y protección, sin perspectivas de retorno en el corto a mediano plazo”. Por ese motivo la organización ha incluido a Venezuela entre los 21 países que viven crisis humanitarias (exceptuando Siria, que tiene un programa aparte) y espera recaudar US$ 738 millones para ayudar a sus vecinos a lidiar con el mayor flujo migratorio de América Latina.

Sin embargo, en el país caribeño no se libra una guerra, no ha estallado una epidemia ni tampoco ha sido golpeado por una devastadora catástrofe natural.

De lo que los venezolanos huyen es de la segunda mayor tasa de muertes violentas en el mundo (89 por cada 100 mil habitantes en 2017) y de una economía que, pese a tener las mayores reservas de petróleo del planeta, está virtualmente colapsada, desabastecida y en virtual quiebra. Según el último informe de perspectivas económicas globales del FMI, el próximo año la inflación llegará a 10.000.000% y el PIB se contraerá un 5% (este año cayó 18%); el déficit en cuenta corriente será de 4% (6,1% en 2018); y el desempleo que este año es de 34,3%, se elevará a 39% el próximo.

Cada vez son más los países y organismos internacionales que desconocen la legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro, quien ha manipulado los resortes de la democracia para instaurar un régimen autocrático que, desde que asumió el poder en 2015, únicamente ha multiplicado y profundizado los errores de su predecesor. La semana pasada se cumplieron 20 años desde que Hugo Chávez ganó la Presidencia, pero en estas dos décadas se han agravado todos los males que su revolución “bolivariana” prometió curar —empezando por la corrupción, hoy en niveles sin precedentes— y se han creado otros nuevos, como la persecución política, el militarismo, el colapso de la infraestructura y, ahora, la mayor diáspora del continente.

Pese a lo que sostenga Caracas, el principal enemigo de los venezolanos no es una conspiración extranjera, sino su propio gobierno.

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