La economía mundial ha vivido desde el 2008 un continuo ambiente de crisis, primero con las hipotecas subprime, en Estados Unidos, y luego con el colapso de la deuda en Europa. Pese a ello, los mercados -sobre todo los accionarios en el mundo desarrollado- han vivido años de bonanza récord.
Así, los inversionistas parecen haber generado en este tiempo una tolerancia a toda prueba ante las señales de peligro.
Sólo así se explica que la anexión a Rusia de la península ucraniana de Crimea haya tenido un efecto apenas modesto en la mayoría de las bolsas.
Tras una primera caída de los índices bursátiles, el día en que Crimea anunció su decisión de escindirse, los inversionistas desestimaron la noticia como un dato menor. Y las alzas regresaron a la mayoría de las plazas, salvo unas pocas, como la rusa, lógicamente, arrastrada por el impacto de las sanciones económicas de Washington y Bruselas.
¿Están cometiendo los mercados un error al subestimar los riesgos en Crimea o existen fundamentos sólidos para su sólido optimismo?
Es difícil saberlo hoy, pero lo más probable es que se descubra la respuesta a esa interrogante muy pronto.