La Dirección de Presupuestos (Dipres), que será liderada por el economista Rodrigo Cerda a partir del 11 de marzo, tendrá un rol fundamental en la tarea del Ministerio de Hacienda de “encarrilar” la situación fiscal del país.
Éstos resultaron bastante malogrados durante la segunda administración de Michelle Bachelet, a raíz de un ciclo a la baja en el precio del cobre -que pasó de un valor promedio de US$ 3,11 la libra en 2014 a US$ 2,2 en 2016- y el menor crecimiento de la economía -con un promedio de apenas 1,8% en los cuatro años-, dos factores que produjeron un aumento acelerado de la deuda, que cerró el año pasado en su nivel más alto desde 1993 tras alcanzar el 23,8% del PIB.
Así, el director alterno de Clapes UC y el próximo jefe de las finanzas públicas, Felipe Larraín, enfrentan un panorama desafiante a la cabeza de la Dipres, partiendo por cumplir una de las promesas de campaña de Sebastián Piñera: reducir el gasto público en unos US$ 7.000 millones, gracias a una mayor eficiencia y eliminación o cambios a programas mal evaluados.
En opinión del economista de BBVA Research, Cristóbal Gamboni, hacer más eficientes los recursos será el mayor reto de Cerda, tomando en cuenta que es una tarea “que requiere de gran coordinación entre las áreas”.
A juicio del economista jefe de Itaú, de Miguel Ricaurte, también será importante reforzar la institucionalidad de la Dipres, continuando con la tarea de fortalecer el carácter técnico e independiente del análisis. “Su aporte a la discusión fiscal no se debe restringir solamente a la elaboración del Presupuesto, sino que aporte a una compresión global del esquema fiscal de Chile”, plantea.
Detrás de lograr mayores holguras
Gracias a las mejores perspectivas para el precio del cobre -con un promedio de US$ 3,06 la libra según Cochilco y US$ 2,88 en el Presupuesto- y un crecimiento más acelerado de la actividad, que podría superar el 3% este año según el consenso de los economistas, los expertos esperan que Hacienda pueda cumplir con holgura las metas estipuladas en el Presupuesto 2018, que incluyen un déficit efectivo de 1,9% del PIB, déficit estructural de 1,5% y deuda en torno al 25% del PIB.
Para Ricaurte sería deseable poner metas más exigentes, especialmente para los niveles de deuda, “una de las principales preocupaciones de las agencias clasificadoras de riesgo” tras el deterioro fiscal que deribó en una rebaja de la nota soberana -la primera en 25 años- por parte de Fitch Ratings y Standard & Poor’s (S&P) el año pasado. De hecho, en un reciente informe Fitch proyecta que la deuda del gobierno seguirá aumentando hasta llegar a 27,5% del PIB en 2019.
Gamboni agrega que es relevante retomar el camino hacia el balance estructural, tomando que la meta autoimpuesta de reducir el déficit en 0,25 punto del PIB por año no se cumplió en 2017, lo que se deberá incluir en las bases de la política fiscal que el presidente tiene que entregar en los primeros noventa días de mandato y que es preparado por Hacienda y la Dipres.
“Poner una meta de convergencia a balance estructural, quizá con un número definido, ya es bastante ambicioso, sobre todo en un contexto de reducción de impuestos”, asegura.
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