El escándalo de las emisiones de Volkswagen (conocido como Dieselgate) afectó a toda la industria del automóvil. Durante décadas, Europa apostó por la tecnología diésel en pos de la reducción del CO2. Sin embargo, cada vez son más las voces que apuntan en una dirección: el fin del diésel.
Según informó Reuters a comienzos de este mes, gracias a fuentes internas de Renault, en las altas esferas de la marca francesa ya se ha propuesto la posibilidad de imaginar un futuro, a corto plazo, sin motores petroleros. Durante una reunión interna, el pasado mes de julio, el jefe de competitividad, Thierry Bollore, anunció que el Grupo Renault rebajará su nivel de inversión en tecnología diésel.
En la empresa -en la que participa el Estado galo- recuerdan el trauma que se generó a comienzo de año cuando las autoridades francesas entraron en varias de sus sedes para pedir documentación sobre la investigación que iniciaron a consecuencia del escándalo Volkswagen. Francia, hasta ahora, ha sido el país que más seriamente se ha tomado la posibilidad de que los fabricantes engañen en sus datos de emisiones reales.
La crisis actual dejó en evidencia que el diésel no es más limpio que la gasolina en un uso real, como la mayoría de los fabricantes europeos afirmaban.
El futuro del diésel se nubla aún más ante la sucesión de prohibiciones a su uso que se han anunciado en los últimos tiempos.
En París, no se podrá circular con coches de este combustible a partir de 2020 y, desde el 1 de julio, ya no se puede circular por esta ciudad entre las ocho de la mañana y las ocho de la tarde si es un petrolero anterior a 1997, es decir, Euro II.
En muchas ciudades alemanas, tampoco se puede entrar al centro con un diésel, incluso si este es un mucho más moderno Euro V. Esto ha hecho que el valor de reventa de esta clase de vehículos haya empezado a caer en picada en estos dos países.
Noruega ha ido mucho más allá, a pesar de ser el principal productor de petróleo de Europa; planteó prohibir los autos diésel y bencina a partir del año 2025.
Aunque el escándalo de Volkswagen se centró en el fraude del software del fabricante, también permitió que la atención pública se enfocase a una industria en la que las emisiones de óxido de nitrógeno (NOx) son desiguales entre la emisión en carretera y los niveles registrados en las pruebas reglamentarias.
A partir de 2019, las aprobaciones de vehículos en Europa comenzarán a basarse en las emisiones producidas durante la conducción real. Esto está forzando a los fabricantes a instalar sistemas de tratamiento de emisiones más costosos.
Así, las ventas de autos de diésel se desplomarán a un 9% del mercado europeo en 2030, del 52% que representan a día de hoy, predice la consultora AlixPartners -considerada una autoridad en la industria del automóvil- con una aceleración del descenso a partir de 2020.
Renault no es la única que predice un futuro desolador para el diésel. Ahora Volkswagen se pregunta “si sigue teniendo sentido invertir grandes cantidades de dinero en continuar desarrollando la tecnología diésel”, dijo el jefe ejecutivo Matthias Mueller. La multa final por el escándalo podría exceder los US$ 15 mil millones, en un acuerdo con EEUU entre la sanción y la recompra de vehículos.
La empresa con base en Wolfsburg, es el único fabricante que ha admitido la utilización de software ilegal. Alegaciones similares han sido interpuestas por oficiales germanos contra Fiat Chrysler y por autoridades de Corea del Sur contra vehículos de Nissan equipados con motores de Renault. En los dos casos las acusaciones han sido negadas.
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