Minería chilena: motor de desarrollo y empleabilidad
Por Roxana Velásquez, superintendenta de aprendizaje y desarrollo Minera Centinela #Soy Promociona
La industria minera ha sido uno de los pilares económicos de nuestro país, especialmente en la Región de Antofagasta, donde su presencia ha moldeado el lienzo social y productivo. Sin embargo, el verdadero desafío hoy no es solo mantener su competitividad y productividad, sino asegurar que su impacto positivo se traduzca en desarrollo local sostenible, con un fuerte vínculo en la empleabilidad para las comunidades cercanas a las distintas compañías que se alojan en la segunda región del país.
Actualmente, existen altos porcentajes de personas que trabajan en las distintas faenas y que, además, pertenecen a las áreas de influencia de cada compañía. Pero esta realidad podría ser aún mejor, ya que la brecha sigue estando presente.
Los nuevos puestos de trabajo podrían aumentar estos índices de contratación y ser ocupados por talento regional si se fortalecieran nuevas sinergias y alianzas público-privadas para desarrollar de mejor manera las competencias que requiere cada puesto de trabajo de las compañías en el territorio.
Hoy no solo la transformación digital del sector y operación a distancia, la incorporación de nuevos proyectos mineros y los desafíos en materias de seguridad, exigen nuevas habilidades, desde automatización hasta gestión de datos y procesos, si no que el desafío principal está en las nuevas generaciones y aquellas que ya van saliendo.
Es decir, cómo miramos nuevas formas y metodologías de enseñanza aprendizaje que permitan por un lado fortalecer el ecosistema formativo, pero también retener el conocimiento experto y poder transferirlo a las organizaciones para que se mantenga en el ciclo permanente de desarrollo de habilidades y conocimientos, lo que plantea un reto urgente para los sistemas de formación.
Las empresas mineras llevan años realizando distintas iniciativas que han tenido buenos resultados, tales como alianzas con liceos técnicos, CFT, IP y OTEC; programas de formación para mujeres en distintos roles; incorporación de personas con discapacidad y estrategias de vinculación formativo-laboral que permiten a más personas de la región acceder a oportunidades reales de empleo, los cuales se transforman en casos de éxito.
Pero este esfuerzo debe ser colectivo y de un interés más allá de las propias iniciativas que puedan implementar las compañías. Los gobiernos regionales, el mundo educativo y el sector privado deben trabajar juntos para alinear la oferta formativa actual con las necesidades o demanda del mercado minero, las cuales han sufrido cambios significativos durante los últimos 10 años, asegurando que el talento local esté preparado para enfrentar estos nuevos desafíos.
En este contexto, la empleabilidad local no es solo una meta, sino una estrategia inteligente para construir una minería más resiliente, inclusiva, segura y sostenible que permita seguir aportando al país, al desarrollo de las personas y por sobre todo a sus familias quienes tienen la oportunidad de tener un mejor futuro.