Silenciosamente, desde los valles de la zona central hasta la austral región de Aysén, la floricultura chilena está viviendo un auge. En 2024 las exportaciones de flores frescas alcanzaron US$ 17,3 millones, un crecimiento de 47% respecto al año anterior. Este dinamismo ha permitido a Chile escalar 16 posiciones en la última década, ubicándose hoy en el lugar 30 del ranking mundial de exportadores.
Ahora la industria enfrenta el desafío de romper la fuerte concentración del mercado: actualmente, la peonía representa 92,5% del valor exportado y 98,6% de los envíos va a EEUU y Países Bajos. Para ello, los sectores público y privado activaron una agresiva estrategia de diversificación que en 2025 comenzó a dar frutos concretos con la apertura de fronteras en Latinoamérica.
Apertura récord
El 17 de octubre marcó un antes y después para el gremio. Tras un trabajo coordinado entre el SAG, ProChile y el sector privado se concretó el primer embarque aéreo de peonías frescas con destino a Sao Paulo. Macarena Silva, directora de la Asociación Gremial de Productores de Peonías (Agropeonias), destaca que la apertura fitosanitaria de Brasil, un proceso que tarda hasta siete años, se logró en 18 meses. “Brasil es un gigante que mueve miles de millones anuales en su mercado interno de flores y plantas. Pero, aunque es proteccionista, no pueden producir peonías por clima, lo que nos abre una ventana enorme”.
La operación, gestionada logísticamente por la exportadora TrioFrut desde la Región de O’Higgins, busca posicionar la flor chilena en el segmento de lujo. “Sao Paulo es la cuna del diseño en Latinoamérica. Hay una cultura de floristas y decoración de alto nivel donde la peonía, que es la flor de moda, encaja perfectamente”, agrega Silva.
La expansión no se detuvo en el Atlántico. A principios de diciembre partió de Curicó el primer cargamento aéreo de peonías a México. Este envío abre una nueva ruta comercial que se suma a los esfuerzos de diversificación.

Macarena Silva, directora de la Asociación Gremial de Productores de Peonías
“Brasil es un gigante que mueve miles de millones anuales en su mercado interno de flores y plantas. Pero, aunque es proteccionista, no pueden producir peonías por clima, lo que nos abre una ventana enorme”.
Logística es crítica
El negocio de las flores ha dejado de ser amateur para profesionalizarse con altos estándares de inversión. Según productores como Vicente Darraidou, socio de la exportadora SurdeFlores, plantar una hectárea puede requerir una inversión cercana a los $ 70 millones, lo que ha elevado la barrera de entrada y tecnificado al sector.
Pero abrir mercados lejanos implica grandes desafíos técnicos. Darraidou advierte que la logística es el punto crítico, especialmente cuando el flete aéreo puede representar cerca de 25% del costo de la flor. “Somos la última prioridad para las aerolíneas frente a los pasajeros o cargas más pesadas”, explica. Un quiebre en la cadena de frío (la flor debe mantenerse entre 1°C y 3°C) puede ser fatal. “Si la flor espera tres horas en la losa del aeropuerto a 30 °C, es una sentencia de muerte por botritis o apertura prematura”.
Mercados no tradicionales
Mientras el grueso de la producción (76,3%) sigue volando a Estados Unidos, exportadoras como SurdeFlores están apostando a mercados no tradicionales como Dubái, Kazajistán y Rusia. Los datos respaldan esta apuesta por nichos de alto valor. Según el análisis de Odepa, aunque los volúmenes son aún marginales, Emiratos Árabes Unidos paga el mayor retorno por unidad, alcanzando US$ 35,2 por kilo, muy por encima del promedio de US$ 26 que paga Estados Unidos. “Para que el negocio sea sostenible, hay que diversificar. Vemos con muy buenos ojos estos mercados futuros”, afirma Darraidou.
El ejemplo de Colombia
Al hablar de flores, la comparación con Colombia es inevitable. Chile sigue siendo un importador neto, comprando US$ 23,6 millones en flores extranjeras en 2024, principalmente rosas y crisantemos colombianos y ecuatorianos para abastecer clave como San Valentín.
¿Cómo compite Chile ante este gigante? No por volumen, sino por contraestación y calidad. “Nosotros producimos cuando el hemisferio norte no tiene flores. Esa es nuestra ventaja competitiva junto al clima, que nos permite una ventana comercial extendida desde septiembre a enero”, analiza Macarena Silva.
Sin embargo, hay lecciones pendientes. Darraidou reconoce que a Chile le falta “marketing” y presentación. “Las cajas de Colombia o Ecuador vienen con un empaque de lujo. A nosotros nos falta desarrollar esa Marca Chile en el packaging para que el cliente final perciba el valor agregado”.
Con cerca de 200 hectáreas plantadas y una inversión inicial que bordea los $ 70 millones por hectárea, el sector se está profesionalizando rápidamente. “Es un negocio que va totalmente al alza. Los productores están plantando más, desde la zona central hasta Coyhaique”, concluye Darraidou, proyectando que la floricultura chilena está lista para dejar de ser un nicho y convertirse en un actor relevante en el mercado global.