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Columnistas

Minería con nombre de mujer: una oportunidad para avanzar hacia una industria más inclusiva

Por Constanza Ossa, gerenta y socia de Krebs Consulting

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 30 de mayo de 2025 a las 14:11 hrs.

El reciente nombramiento de Gina Ocqueteau como presidenta del directorio de SQM marca un hito en la historia de la minería chilena. Por primera vez, una mujer lidera el gobierno corporativo de una de las empresas más emblemáticas del país, en una industria que ha sido tradicionalmente masculina, tanto por cultura como por composición. Su llegada a la presidencia no solo rompe un techo de cristal; también instala un nuevo tipo de liderazgo en un sector que necesita legitimarse frente a los crecientes desafíos ambientales, sociales y reputacionales.

Este nombramiento no solo tiene un valor simbólico. Es una señal concreta de que la transformación cultural que vive la minería no es solo discursiva. Poco a poco, el sector ha comenzado a abrir espacios a liderazgos femeninos, reconociendo que la diversidad —de género, de experiencias, de perspectivas— no es solo deseable, sino estratégica.

Y no se trata solo de equidad. La minería es una industria clave para Chile: representa cerca del 14% del PIB y casi el 60% de las exportaciones. Acelerar su transformación hacia modelos más inclusivos y sostenibles es, por tanto, una prioridad no solo sectorial, sino país.

Aun así, las cifras muestran que el camino por recorrer es largo. Según datos del Consejo de Competencias Mineras, en 2023 la participación femenina en el sector alcanzó apenas un 15,2%. Si bien esta cifra representa un avance respecto al 7,4% registrado en 2012, sigue siendo considerablemente baja en comparación con otros sectores de la economía. Y la brecha se amplía si miramos posiciones de liderazgo, cargos técnicos especializados o participación en faenas de operación directa. En los directorios de empresas mineras, por ejemplo, la presencia femenina todavía no supera el 10%.

Uno de los desafíos más relevantes está en la formación de capital humano. Las mujeres siguen estando subrepresentadas en carreras vinculadas a la minería: en ingeniería en minas, por ejemplo, no superan el 20% de la matrícula en la mayoría de las universidades. Esto responde a múltiples factores, entre ellos los estereotipos de género que comienzan a operar desde la etapa escolar, y una percepción —muchas veces justificada— de que la industria no ofrece condiciones laborales compatibles con la vida familiar o con un entorno inclusivo.

Sin embargo, las organizaciones que han apostado por una mayor incorporación femenina han visto resultados concretos. Equipos diversos tienden a ser más innovadores, a gestionar mejor los riesgos y a tener mayores niveles de satisfacción interna. En el caso específico de la minería, las mujeres han demostrado desempeños altamente positivos en áreas como seguridad, gestión de personas, sostenibilidad y relaciones comunitarias. Sus liderazgos tienden a ser más colaborativos, con una mirada de largo plazo y foco en el desarrollo territorial, aspectos cada vez más valorados en un rubro que necesita legitimidad social para proyectarse al futuro.

A estas alturas, seguir viendo la inclusión femenina como una “agenda paralela” o meramente reputacional es desconocer su impacto directo en la competitividad, sostenibilidad y resiliencia organizacional.

¿Qué hacer entonces? Primero, establecer metas concretas de inclusión femenina en todas las capas de la organización, más allá de lo declarativo. Segundo, adaptar las condiciones de trabajo para que sean realmente equitativas: desde la infraestructura de las faenas, hasta los turnos y sistemas de cuidado. Tercero, revisar los sesgos en los procesos de reclutamiento y desarrollo, fomentando programas de mentoría y visibilización de talento femenino. Y por último, impulsar desde el Estado y las asociaciones gremiales campañas de orientación vocacional y formación temprana, que conecten a las nuevas generaciones con una minería moderna, tecnológica y abierta a todos.

El liderazgo de Gina Ocqueteau no resuelve todos estos desafíos, pero sí ofrece una imagen poderosa: la de una industria que empieza a mirar el futuro con otros ojos. Que entiende que el talento no tiene género. Y que ha comenzado a comprender que el futuro de la minería no será solo más verde o más digital: será también —y necesariamente— más diverso.

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