Cartas

Cartas al Director

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¿Quo Vadis, Salmón?

Señor Director:

La crisis sanitaria del salmón de 2007 originada por el brote del virus ISA, generó un alto costo social, económico y de imagen. En respuesta se inició una reestructuración de la industria y un nuevo marco regulatorio. Se implementaron prácticas orientadas a reducir los riesgos de enfermedades en los centros de cultivo, y se incorporó el concepto de gestión de barrios acuícolas.

Unos US$ 600 millones en pérdidas y la cesantía de alrededor de 17 mil personas, fueron las consecuencias de esta crisis en la que el Estado asumió el protagonismo.

Hoy la industria del salmón es golpeada por una nueva emergencia sanitaria. Se trata del “bloom” o floración de microalgas, asociada con episodios de marea roja e influenciada por el fenómeno del Niño.

En cifras, esta última crisis significó la pérdida de sobre 100 mil toneladas de salmón y de paso reveló la fragilidad del sistema productivo. El “bloom” no es nuevo y puede predecirse, lo que pone en evidencia la debilidad de los sistemas de monitoreo y alerta, así como la velocidad de respuesta.

Luego de lo vivido el 2007, ha existido una sobreconfianza de la industria que dando por superada esa crisis, no ha tomado real conciencia de que el sistema sigue siendo vulnerable.

Meses atrás se clamaba por “más Estado y menos mercado”, ante la crisis del sector y la difícil competencia con el salmón noruego cultivado en ambientes libre de antibióticos y sin alterar los sistemas marinos.

Otro episodio sanitario, el del piojo de mar, mostró el desesperado intento de control de esta plaga a un alto costo ambiental, con abuso de antibióticos y pesticidas. Según datos del Gobierno y de la industria, el 2014 en Chile se utilizaron alrededor de 563.200 kilos de antibióticos, en Noruega se usaron valores significativamente menores. Antecedentes de la OMS y SERNAPESCA establecen que el año 2013, en Chile se utilizaron 450.417 kilos de antibióticos, y en Noruega solo 953 kilos.

La industria debe asumir que se requiere de mayor inversión en investigación, desarrollo e innovación, especialmente del área de sanidad acuícola, que complemente la aplicación de medidas de bioseguridad y así dar mayor solidez al sistema productivo.

La crisis del “bloom” puede ser la oportunidad para que el sector asuma una política de sustentabilidad, que responda a un compromiso público-privado encaminado a mejorar la regulación.

Como en Noruega o Canadá, el negocio del salmón puede ser rentable si se asume un modelo de producción eficiente, basado en investigación, desarrollo e innovación, socialmente responsable y ambientalmente sustentable. Probablemente algunos invocarán al rol subsidiario del Estado, para que nuevamente asuma los costos de esta crisis. Quizás sea así una vez más, pero en el entendido que esta ha de ser la última y definitiva.

Víctor Venegas

Ex-Director Nacional del SAG

Cliodinamica Consulting

Convivencia y castigo

Señor Director:

A la luz del Estudio de Convivencia en la Ciudad, que realizó la Universidad Andrés Bello (UNAB) y que se dio a conocer hace algunos días, quiero resaltar un aspecto en el que vale la pena detenerse. Si bien sus resultados exponen temas que evidencian que nos cuesta convivir en la ciudad entre nosotros mismos, llama la atención que el 46% de los encuestados cree que las sanciones y las multas son el mejor mecanismo para regular dicha convivencia. Los datos además confirman algo que se ha cristalizado en el extraño proceso de modernización chileno: el 97% considera importante la convivencia, pero la percepción de ella en aspectos como la solidaridad y ayuda mutua ha ido erosionándose. Esto devela un lazo social fisurado en el que predomina la hostilidad y el temor al otro.

Creo que esto es un llamado de atención ante la actual crisis de confianza que vivimos en Chile, pues el privilegio de la legalidad punitiva por sobre la reflexión de nuestro modo de convivir políticamente, confirma que en Chile las instituciones se han desdibujado. Ratifica que éstas funcionan gracias a su impronta de legalidad castigadora y no necesariamente por su acción creativa, inclusiva e inventiva.

Dr. Borja Castro Serrano

Psicólogo y académico

Escuela Trabajo Social UNAB

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