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Bachelet: Con don Patricio efectivamente “ganó la gente”

Michelle Bachelet Jeria Presidenta de la República

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Desde el retorno a la democracia, Chile ha sido elogiado internacionalmente por la solidez de sus instituciones, la responsabilidad de sus finanzas públicas y la seriedad a la hora de implementar sus políticas sociales.

Esta reconocida imagen país comenzó a construirse en el Gobierno de Patricio Aylwin Azócar. En 1990 la administración democrática, encabezada por don Patricio, estableció la necesidad de que Chile se constituyera en un ejemplo mundial de estabilidad macroeconómica, austeridad fiscal y disciplina monetaria. Él sabía por una experiencia de décadas, que las reformas sociales que debía emprender no serían posibles sin una sólida base económica.

Tenía razón, y los indicadores lo señalan. Entre 1990 y 1993, el país alcanzó cifras récord de crecimiento, destacando en 1992 el aumento de 10% del Producto Interno Bruto; la inflación anotó un fuerte descenso, pasando de 30% al 12%, y hacia 1993 el desempleo exhibió números cercanos al 5%.

Pero esta responsabilidad fiscal en el manejo de la macroeconomía también estuvo acompañada por un importante impulso de políticas sociales, lo que se vio expresado en el concepto que él acuñó: "Gana la gente".

Ejemplo de lo anterior fue la creación de instituciones como el Fondo de Solidaridad e Inversión Social (Fosis), fundado el 26 de octubre de 1990, con el objetivo de liderar estrategias de superación de la pobreza y vulnerabilidad de personas, familias y comunidades.

A dicha entidad se suman otras que aún siguen vigentes como la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena y el Servicio Nacional de la Mujer.

Asimismo, para aumentar la recaudación fiscal, Don Patricio impulsó una valiente Reforma Tributaria, que permitió elevar el gasto social, beneficiando a miles de chilenos que se encontraban bajo la línea de la pobreza.

Esta reforma fue aprobada con un amplio acuerdo en el Congreso, mostrando uno de sus principales sellos de sus cuatro años de gobierno: la democracia de los acuerdos.

Y esos esfuerzos tuvieron un efecto concreto reconocido mundialmente: logro reducir la pobreza de 38 a 27 por ciento, once puntos en sólo cuatros años.

En lo político, al Presidente Aylwin le tocó encabezar y conducir un período muy complejo. Los enclaves autoritarios de la democracia recién recuperada eran muchos y profundos, no en vano nos ha tomado más de 25 años acabar con algunos de ellos, como el sistema electoral binominal. En ese ese escenario, optó siempre por privilegiar lo que unía a los chilenos por sobre lo que nos dividía. Trabajó, también, por la reconciliación basada en la verdad, por hacer de Chile una patria de hermanos, y tuvo el coraje de pedir perdón, a nombre del Estado de Chile, por las brutales violaciones a los derechos humanos cometidas en dictadura.

A todos estos avances en materia económica y política, también se suma la desafiante necesidad de reinsertar a Chile en el contexto internacional, tras 17 años de dictadura.

En esta materia, el Presidente Aylwin desplegó un importante trabajo a nivel exterior normalizando las relaciones diplomáticas con gran parte de Latinoamérica y aplicando una serie de medidas cuyo resultado fue el incremento de las exportaciones nacionales y el avance de la inversión extranjera en el país.

Hoy despedimos a un hombre republicano, que pese al complejo período que le tocó conducir, supo dejar una economía en crecimiento, con importantes reformas sociales que permitieron iniciar el camino de la inclusión social a millones de compatriotas.

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