Carolina Dell´Oro

Intimidad

Por: Carolina Dell´Oro | Publicado: Viernes 12 de diciembre de 2014 a las 05:00 hrs.
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Carolina Dell´Oro

Al sentarme a escribir esta columna se me vinieron a la cabeza los múltiples temas que se están discutiendo hoy en el país.


La pluma quería entrar a las discusiones laborales, educacionales, de seguridad pública, pero se detuvo. Y en ese espacio me di cuenta que se me había olvidado algo importante: que estamos en época de Adviento, tiempo de espera del hecho más significativo de nuestra historia occidental, tanto que se habla de Antes y Después de Cristo.


El nacimiento de Cristo nos invita a esperarlo, detenernos a pensar; en definitiva, a entrar en nuestra intimidad, a lo que nos caracteriza. Pues las personas, a diferencia de los animales o las plantas, tenemos un centro desde el cual afloran nuestras acciones y al cual vuelven los efectos de las mismas. Es decir, no somos un conjunto de actos dispersos, sino que cada vez que actuamos vamos escribiendo nuestra propia historia.


Es esta intimidad una de las razones que hace única a toda persona, dado que no existe un mundo interior igual a otro, como tampoco nuestra historia, ni lo que vemos, experimentamos, sentimos y sufrimos. El conocimiento de esta intimidad es lo que nos permite no sólo tolerarnos, sino valorar al otro en cuanto único, entender sus percepciones distintas y por eso buscar juntos el bien común. Al igual como la planta necesita un hábitat, mucho más lo requiere el mundo interior. La intimidad necesita de lugares adecuados, de ambientes precisos para su desarrollo y crecimiento, de tranquilidad, de espacios de incondicionalidad. En fin, de saberse acogido por otro sin condiciones.


Al ser acogidos descubrimos nuestra intimidad, pero eso no es suficiente para desarrollarla. Para esto tendremos que pensar, reflexionar, hacer crecer esa capacidad de no pasar los acontecimientos como obvios, ya que todo es extraordinario, todo es asombroso, partiendo por mi vida y por la de los demás.


Hay quienes dicen que no les gusta profundizar, y yo me pregunto, pero si estamos hechos para eso. Quizás las personas asocian profundizar a solo leer un libro, pero no solamente hay una forma, cada uno está llamado a encontrar la propia. Quizás algunos lo harán en la lectura, en la contemplación de la naturaleza; otros, en la contemplación mística o en la meditación. Pero hay un modo inigualable y universal para profundizar la propia intimidad, que es la conversación con otro.


Creo que no hay nada que fomente más la conciencia de sí, que el diálogo, no el monólogo. No es cualquier tipo de encuentro; se trata de un encuentro centrado en el otro, sin prejuicios, sin reduccionismos, sino con una mirada que valora, que es paciente y que entiende los procesos del otro. Ese encuentro que de modo magistral nos enseña Cristo.


En ese diálogo la vida se enriquece, y crece exponencialmente. Aprovechemos este tiempo para detenernos y preguntarnos, ¿es este un tema en mi vida? ¿Me he preguntado cuál es mi aporte a las situaciones que vivimos hoy? ¿Me he preguntado cuál es la calidad de las relaciones que establezco con quienes me rodean?
Que no nos vaya a ocurrir que pase un año más y nos quede el recuerdo de este tiempo como una vorágine de actividades y compromisos, y donde no nos dimos cuenta de lo que estaba pasando.

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