Claudio Agostini

Incentivos para competir, garantizando calidad y servicio mínimos

Por: Claudio Agostini | Publicado: Martes 6 de mayo de 2014 a las 05:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Claudio Agostini

Claudio Agostini

Claudio Agostini

Los últimos casos grandes de colusión de empresas detectados en el país han mostrado la falencia que tiene el sistema de multas existentes. Tanto en el caso de la colusión de las empresas avícolas como en el de la farmacias, los daños causados y las utilidades que obtuvieron las empresas superan con creces las multas máximas que se pueden imponer. Eso genera sin duda incentivos perversos; coludirse es buen negocio en algunos casos aunque sean descubiertos y se sancione a las empresas.

Una forma de solucionar el problema es incorporar penas de cárcel para quienes se coludan y así cambiar los incentivos. Sin embargo, es importante rescatar el valor que puede tener una multa bien calculada. En otros países las multas son un porcentaje alto de las ventas de las empresas sancionadas o simplemente, como Estados Unidos, tres veces los daños causados. Multas altas son necesarias y tienen virtudes no solo en casos de colusión, ya que permiten prevenir y además sancionar a quienes no cumplen la ley, lo cual ayuda a que las mejores empresas sobrevivan en el mercado y facilita y acelera que salgan las ineficientes e inescrupulosas, lo cual es eficiente para la economía.

La verdadera competencia entre empresas funciona si los consumidores pueden cambiarse libre y fácilmente de producto, marca o proveedor. Por falta de regulación pro-competitiva esto es más difícil o imposible de hacer en Chile en varios mercados. Un ejemplo concreto, como se lee regularmente en varios reclamos de consumidores, es el de una línea aérea nacional que cancela vuelos, no entregando el servicio que el consumidor había comprado y luego devuelve el pago del pasaje no en dinero sino que en cupones o pasajes equivalentes para viajar en la misma línea aérea en el futuro. El consumidor entonces queda obligado a viajar en el futuro, aunque tal vez quisiera destinar esos recursos a consumir otros bienes o servicios, y además está obligado a hacerlo con la misma línea aérea que no cumplió con entregarle el servicio. Es difícil que la competencia funcione de esa forma. Además, los consumidores pagan multas e intereses si se atrasan en sus pagos cuando compran en cuotas. Como se lee en los mismos reclamos contra esta línea aérea, el pago por devolución del pasaje puede demorar mucho tiempo y no hay ni multas ni reajustes ni intereses a favor del consumidor. Esta asimetría, además de injusta, genera incentivos perversos para que empresas inescrupulosas sobrevivan en el tiempo y mantengan estas prácticas.

Obviamente si un consumidor quisiera demandar a la línea aérea por incumplimiento y exige pago de compensaciones, tendría que contratar un abogado que le costaría más que la plata que puede recuperar.

Una buena solución competitiva a este problema son los juicios de clase. En Chile existen, pero ha habido muy pocos casos. ¿Será porque en Chile las empresas cumplen mucho más que en otros países? ¿O tal vez se pusieron tantas trabas que son inoperantes? Difícil saber, pero me inclino por la segunda alternativa. La razón es que los incentivos quedaron mal diseñados. Si bien la intención de algunos fue impedir el mal uso de los juicios de clase y que crecieran las demandas oportunistas, el resultado fue una legislación absolutamente pro empresa en vez de una pro mercado, donde el rol competitivo que pueden jugar los juicios de clase quedó reducido a su mínima expresión.

Creo que es posible tener hoy una mezcla de políticas que garanticen un mejor funcionamiento de los mercados y que ayuden a que el proceso competitivo se desarrolle con todas sus virtudes. El ideal es una mezcla de castigos de cárcel para ejecutivos y dueños de empresas que se coludan, con multas que sean tres veces los daños causados; un sistema de juicios de clase efectivo y rápido, que sea pro-mercado y no pro-empresa; y una regulación que obligue a las empresas a devolver a los consumidores los montos en dinero por servicios no prestados incluyendo multas e intereses. Ahí tendremos verdadera competencia.

Lo más leído