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Cómo equilibrar a los tecnócratas

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Una visión simplista (en realidad, ingenua) de los mercados es que dichos mercados existen casi en un “estado natural”, y que el mejor de los mundos es uno en el que dichos mercados estén libres para operar sin interferencia del gobierno. Una visión igualmente simplista de la democracia es que es un sistema político en el que se celebran contiendas electorales periódicas que dan al ganador el derecho a gobernar sin restricción.

Por supuesto que la realidad es mucho más compleja. Los mercados sólo pueden funcionar dentro de un marco institucional y legal que incluye leyes y normas sobre derechos de propiedad, cumplimiento de contratos, controles de calidad e información, y muchas otras normas que regulan las transacciones.

La política y los errores regulatorios que contribuyeron a la crisis de las hipotecas subprime -y por lo tanto al casi colapso del sistema financiero de EEUU y a las tribulaciones de la eurozona- han llevado una vez más a la palestra el tema de la regulación económica óptima y su relación con la democracia. En EEUU, ¡un porcentaje significativo del Partido Republicano favorece no sólo abolir el Departamento de Energía y la Agencia de Protección del Medio Ambiente, sino también la Reserva Federal! En su opinión, los mercados y la iniciativa privada no requieren regulación significativa. El papel de la política es elegir a las mayorías que pueden abolir a las regulaciones y a los organismos reguladores.

De manera similar, otros a través del mundo se oponen las instituciones reguladoras, pero por razones muy distintas. Ellos argumentan que los políticos pueden regular y supervisar sin organismos intermediarios que tienen un cierto grado de autonomía. Según lo que creen estas personas, estos organismos impiden y limitan la realización de la voluntad del pueblo.

Si un gobierno electo quiere que un banco ofrezca crédito barato a un grupo de empresas para que puedan contratar a más personas, ¿por qué un supervisor podría obstruir la voluntad democrática? Si a estas empresas se les indica que contratar a simpatizantes del partido de gobierno como condición implícita para obtener créditos subvencionados, esta forma de actuar es también la expresión de la voluntad popular legitimada electoralmente.

En el otro extremo del espectro están los tecnócratas extremadamente defensores de los organismos reguladores, ellos creen que los políticos y los electores están irremediablemente confundidos, no educados y a menudo corruptos. La gestión de la economía debe ser confiada a expertos competentes e independientes, a un grupo de “guardianes platónicos” facultados para actuar en el interés superior del Estado, independientemente de los resultados electorales y de la opinión pública.

La experiencia de las últimas décadas ha demostrado que es necesario un enfoque equilibrado y “moderado” con relación a estos asuntos. Los ciclos electorales (y las presiones políticas que los acompañan) son tales que la política monetaria, la banca, y muchas otras áreas de la actividad política y económica deben ser supervisadas por personas que son profesionalmente competentes y trabajan dentro de un horizonte temporal que es mucho más largo que el de los políticos.

Las políticas en el día a día no pueden dominar las regulaciones que los mercados necesitan. La única y más importante reforma institucional que subyace a la estabilidad precios en todo el mundo ha sido la mayor independencia de los bancos centrales.

Sin embargo, si se permite que los tecnócratas independientes determinen la política a largo plazo y establezcan los objetivos que no pueden ser influenciados por las mayorías democráticas, la democracia en sí misma está en peligro serio.

La globalización y la creciente complejidad de los mercados financieros y de otros mercados hacen que sea imperativo que se aclaren las esferas de la actividad privada, la toma de decisiones políticas y la regulación. El reto es aún mayor debido a que algunos organismos reguladores deben ser multilaterales, o por lo menos intergubernamentales, debido a la naturaleza global de gran parte de la actividad económica.

La diferencia y la distancia entre los mercados y las políticas deben ser claras y, en aras de la eficacia y la legitimidad, dicha diferencia y distancia se deben basar sobre reglas que se entienden bien y que gocen del consentimiento popular.

Copyright: Project Syndicate, 2013.

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