Ingresé a trabajar en el sector público el 11 de marzo de 1990, como asesor de Hacienda. Soy de los, alguna vez, llamados “autocomplacientes”, orgulloso de los tan vilipendiados primeros 30 años de gobiernos democráticos. Esos treinta años nos enseñaron que es fundamental enfrentar el populismo económico muy vinculado a los ciclos políticos, que induce a líderes políticos a prometer e implementar políticas que generan beneficios electorales o incluso económicos en el corto plazo pero que afectan el empleo, la sostenibilidad económica y fiscal y, en definitiva, la productividad y el crecimiento de largo plazo. El populismo económico es un caso extremo de inconsistencia dinámica, concepto que describe situaciones en que políticas que parecen óptimas “ex ante” dejan de serlo “ex post”, una vez que cambian los incentivos políticos. En ausencia de instituciones capaces de hacer “compromisos creíbles”, es lo que conduce a que los países caigan en ciclos populistas, que, en nuestro caso, nos pueden dejar cautivos de la trampa de países de ingreso medio.
“El populismo económico es un caso extremo de inconsistencia dinámica, concepto que describe situaciones en que políticas que parecen óptimas “ex ante” dejan de serlo “ex post”, una vez que cambian los incentivos políticos”.
Chile se distingue de otros países de la región porque ha logrado construir institucionalidad económica con relativa independencia de los ciclos políticos, como el Banco Central autónomo, la institucionalidad de defensa de la competencia, el Consejo de Transparencia y el de Ciencia, Tecnología e Innovación. Sin embargo, los casos de retiros de fondos previsionales son un ejemplo evidente de populismo económico, síntoma de una institucionalidad fiscal vulnerable.
El que el candidato del Partido de la Gente haya obtenido casi el 20% de la votación en la elección recién pasada, con un discurso “anti-establishment” y medidas que afectan la integridad del sistema tributario, generan incentivos para que la campaña de segunda vuelta esté enfocada en captar a este votante con el riesgo de desatar una competencia electoral populista de alto costo futuro. Un ejemplo, la candidata Jeannette Jara en el discurso al pasar a segunda vuelta señaló que valora “profundamente” la propuesta de Parisi de devolución del IVA a los medicamentos.
Por su parte, las propuestas del candidato José Antonio Kast de rebajar diversos impuestos, eliminar las contribuciones a la primera vivienda, cuando ya existe una exención para las que valen menos de UF 1500 y rebaja de 50% para las DFL 2, y eliminación de impuesto al patrimonio entre otras, son rebajas tributarias que pueden alcanzar hasta el 2% del PIB, de elevado riesgo fiscal, en un contexto en que la deuda financiera neta de activos financieros del fisco se ha deteriorado en más de 30% del PIB en la última década. Se pretende recuperar la situación fiscal, mediante la mayor recaudación que implicaría el impulso al crecimiento y reducción de US$ 6.000 millones del gasto fiscal. El efecto recaudación del crecimiento compensa menos de un tercio de la recaudación de la rebaja tributaria, la “teoría de finanzas públicas” que se denominó “Reaganomics” no tiene sustento técnico ni empírico y la rebaja de gastos es muy difícil de cumplir, porque son en su mayoría establecidos por leyes y serían políticamente impopulares. La secuencia y fundamento de estas reformas, son claves para evitar una situación de alto riesgo fiscal y de elevados impactos en la equidad y cohesión social.
El populismo económico no es patrimonio de un sector político en particular, basta con analizar a qué partidos pertenecían los parlamentarios que votaron por los retiros de fondos de pensiones. El fortalecimiento de la institucionalidad fiscal y la reforma pendiente de sistema político son temas pendientes que nos pueden proteger frente a este flagelo.
Instagram
Facebook
LinkedIn
YouTube
TikTok