Se dice que el mayor legado sucede cuando a través de distintas generaciones, un liderazgo se transforma en un convencimiento de una gran mayoría sobre una causa y ese pensamiento es cuidado en su esencia y perfeccionado por distintas generaciones a través del tiempo. Cuando hablamos de legado, vemos el liderazgo de un Nelson Mandela a favor de un espíritu unitario de unión en contra del odio, de un Stamford Ruffles para empujar la necesidad imperativa del crecimiento e institucionalidad clara para desarrollar Singapur o el legado de un Patricio Aylwin al momento de tomar las riendas de un país que, fracturado, anhelaba cuidar su democracia y libertad. En los 3 casos ese espíritu de consenso perduró por generaciones brindando una espiral virtuosa de crecimiento e inversión sin precedentes en la historia de Sudáfrica, Singapur y Chile.
Es precisamente en el momento en donde se plantea un legado cuando es fundamental discutir sobre cómo generar los recursos para mejorar la problemática social de fondo, que es simplemente a través de la promoción de la inversión.
Si se analizan los flujos de inversión de los últimos 10 años y se suma lo que ha sido la contribución de las industrias de minería y energía solamente (que son sectores que requieren de una alta certeza jurídica ambiental y social), se observa que afecta al 70% del total de proyectos en cartera.
Lo particular de estas industrias es que en su gran mayoría se requiere de estudios ambientales, pero lo paradójico es que aquellos que luego de un largo proceso de evaluación ambiental llegaron a conseguir una RCA (Resolución de Calificación Ambiental), casi un 90% termina judicializándose para recién iniciar el tortuoso camino para iniciar el proceso de inversión.
Resulta primordial tomar conciencia de que la gran oportunidad se encuentra en robustecer y no debilitar nuestra normativa ambiental y territorial, permitiendo que los cambios hagan que el proceso completo (validación territorial, social, evaluación ambiental y judicial) sea inclusivo, relacionado, sin cabos sueltos y con un blindaje judicial efectivo que permita que finalmente se pueda fomentar la inversión de una manera amigable y sostenible.
Más allá de anhelar un legado, dejemos a los historiadores hacer su trabajo cuando el tiempo llegue. En este momento es cuando necesitamos un amplio consenso político y social que permita reactivar urgentemente la inversión que es la madre de todos los beneficios y mejoras sociales que nuestro país requiere.
Si podemos priorizar para actuar sobre las causas internas que la destraban, estaremos pavimentando el camino para hacer que las próximas generaciones tengan el mejor legado para poder invertir adecuadamente en mejorar la calidad de vida de todos los chilenos.