Fortalezcamos más nuestro ecosistema de emprendimientos
Luis Hernán Paúl F. Asesor y Director de Empresas
En el siglo XXI ha aumentado significativamente la importancia que tiene para los países contar con ecosistemas de emprendimientos. Basta ver el fuerte impacto económico y social que han tenido en el último tiempo el desarrollo de startups en países como Estados Unidos y China para darse cuenta de lo anterior.
En Chile, hemos realizado importantes esfuerzos para crear y desarrollar nuestro propio ecosistema de emprendimientos con iniciativas como el lanzamiento por parte del Estado del programa Start-Up Chile en el año 2010. También los privados y las universidades han implementado iniciativas en este plano. Todo ello ha hecho posible que nuestro ecosistema de emprendimientos haya sido rankeado el año 2017 en la posición 19 a nivel mundial por el Global Entrepreneurship and Development Institute.
Pero creo que lo logrado, sin perjuicio que es destacable, es insuficiente y necesitamos hacer más. Para este efecto sería conveniente desarrollar una revisión ad-hoc, la cual entre otros aspectos analice las experiencias de otros ecosistemas de emprendimientos bien evaluados tales como los existentes en Australia, Israel, Irlanda, Islandia, Taiwán y Canadá, para identificar formas de fortalecer nuestro propio ecosistema.
A primera vista creo que hay varios ámbitos en los cuales podemos avanzar.
Partiendo por el sector privado, tengo la impresión de que falta establecer mecanismos para facilitar una mayor interacción entre las empresas tradicionales y los startups. Estoy pensando no sólo en la entrega de recursos financieros sino que además aprovechar las capacidades y experiencias que pueden aportarles. Por ejemplo pueden entregarles mentoría, apoyo para que logren acceso a clientes y, algo que puede ser una señal potente, validar públicamente su aporte al mundo empresarial. Por cierto también es importante el aporte que pueden entregar los startups a las empresas tradicionales en el proceso que de transformación digital que están enfrentando.
Asimismo sería conveniente evaluar qué tan bien están funcionando las aceleradoras en Chile. Pareciera que contamos con un ecosistema adecuado para impulsar los startups en sus primeras etapas de desarrollo pero que no es tan apto para facilitar su escalamiento en sus etapas más avanzadas de desarrollo.
Por otra parte, sin perjuicio que la labor que ha desarrollado el sector público de apoyo a los emprendimientos ha sido extraordinaria, tengo la impresión de que sería conveniente revisar si la asignación de recursos públicos en este ámbito es la óptima o correspondería efectuar ajustes para equilibrar más el apoyo entre actividades que son claves para el nacimiento de los startups y las que lo son para su desarrollo. Por ejemplo el Estado quizás podría apoyar más a los emprendimientos en el acceso a los mercados internacionales siguiendo un poco la línea de lo realizado con ProChile, institución que hace algunas décadas fue importante para la apertura de mercados de exportación para las empresas chilenas.
En el caso de las universidades y los centros de formación técnica e institutos profesionales tengo dos sugerencias. La primera es que pareciera que el aporte que éstos hacen al mundo de los emprendimientos varía mucho de institución en institución, por lo cual las que hacen poco en este plano pueden aprender de las que hacen un mejor trabajo. La segunda es que sería valioso estudiar si es posible, a partir de experiencias de universidades como MIT, Stanford y Berkeley, replicar algunas de las iniciativas que han probado ser exitosas para generar polos de emprendimiento a su alrededor.
Finalmente es fundamental tener presente que no sólo son relevantes los esfuerzos que desarrollen a nivel individual el Estado, el sector privado y las universidades sino que también identificar formas para que se produzca una mayor interacción entre estos tres agentes, siguiendo experiencias de países como Estados Unidos e Israel donde se ha generado un circulo virtuoso producto de esta interacción.