Gestión de fraudes en la empresa: mucho más que el “sí, tenemos”
Ricardo Gameroff Socio líder de Prevención e Investigaciones de Fraude (FIDS) de EY
Recientemente, la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) emitió la Norma de Carácter General (NCG) 385, un documento que perfecciona la normativa vigente en relación al gobierno corporativo de las empresas.
Mediante la autoevaluación voluntaria y la difusión (también voluntaria) de las políticas y prácticas adoptadas por las sociedades anónimas se espera mejorar la información disponible en materia de gobierno corporativo, responsabilidad social y desarrollo sostenible.
Muchas compañías se someterán al cuestionario propuesto por la autoridad y en ese contexto es necesario tener claras algunas definiciones antes de sentarse a contestarlo. La alta gerencia podría verse tentada a contestar afirmativamente la mayoría de las preguntas propuestas, sin tomarse una pausa, siempre necesaria, para meditar sobre el real alcance de lo que se ha implementado en sus sociedades.
Tomemos un ejemplo. La norma 385 establece la necesidad de que los directorios cuenten con un sistema de gestión de riesgos. En una revisión simple, la alta gerencia preguntaría por dos cosas claves: auditoría externa y auditoría interna. Sin embargo, eso no basta. Como dato hay que considerar que del total de las malas prácticas detectadas dentro de una compañía, solo el 17% se hace a través de las auditorías internas y externas. De ahí que sea necesario ampliar el análisis.
Un buen diagnóstico debe comenzar con preguntarse ¿cuáles son los componentes de un sistema de prevención de fraudes integral? Pero no puede detenerse en qué existe y qué falta. Hay que formularse también interrogantes que apunten a un diseño y funcionamiento adecuado. Por ejemplo, en materia del riesgo de fraude -que es un punto de alta relevancia en la gestión de riesgos- , al "sí tenemos" se debe sumar que como mínimo los componentes deben cumplir con la legislación vigente, como así también se adecúen a las mejores prácticas internacionales, satisfagan estándares profesionales y se hayan sometido a una comparación con modelos de madurez.
Sólo un análisis que abarque todos esos aspectos dará un conocimiento completo del estado en que se encuentra una sociedad en materia de prevención del riesgo de fraude. Es decir, solo un análisis que vaya al fondo y no se quede solo en mirar la forma permitirá prevenir en forma eficaz los riesgos de irregularidades.
Las mejores prácticas internacionales establecen que un modelo efectivo de prevención de fraude integral debe considerar establecer formalmente y comunicar cuáles son las conductas que no se aceptan dentro de su compañía, establecer un canal de denuncia, capacitar periódicamente al personal en materias éticas y de prevención de fraude, identificar los riesgos de fraudes más comunes y diseñar controles adecuados para prevenir y detectarlos, además de una revisión profunda de los antecedentes del personal que se contrata, de proveedores y otros terceros relevantes.
No es casualidad, entonces, que la NCG 385 considere todos estos aspectos.
En definitiva, a sólo meses de tener que contestar el cuestionario de la NCG 385, es un buen momento para mirar con profundidad cómo realmente está su empresa. Y, a partir de ahí, implementar sistemas que la ubiquen al nivel de las mejores prácticas internacionales, en consonancia con un mercado más transparente. ¿Vale la pena? Claro que sí, porque además de ahorrar costos por pérdidas causadas por fraudes, usted dormirá más tranquilo.