Columnistas

José Antonio Guzmán: Patricio Aylwin

Presidente de la confederación de la producción y del comercio 1991-1996

Por: José Antonio Guzmán | Publicado: Miércoles 20 de abril de 2016 a las 04:00 hrs.
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El país está de luto. No sólo por la muerte de un ex Presidente de la República, que merece todo nuestro respeto, sino también porque con su fallecimiento se desvanece aún más el legado que él deja. Siendo yo aún muy joven y sin compartir su posición política, admiré su visión y valentía para oponerse al gobierno de Salvador Allende, que nos conducía irremisiblemente a un gobierno totalitario al estilo cubano, como el que aún perdura en ese país.


Acercándose el fin del régimen militar y posicionado como el líder para asumir la Presidencia de la República en su retorno al régimen democrático, don Patricio tuvo la sabiduría de establecer contactos con el sector empresarial, a través de la CPC, convencido de que la difícil transición política no podría tener éxito sin una economía operando normalmente en un ambiente de confianza y certeza que impulsara la inversión y el empleo, como ya se advertía antes de su elección.


En tal sentido designó a un grupo de sus colaboradores más cercanos, encabezados por don Enrique Silva, para llevar a cabo una serie de encuentros con los empresarios dirigidos por Manuel Feliú, entonces presidente de la CPC, quien tuvo la deferencia de encomendarme, como presidente de la CChC, la organización de aquellas reuniones.


En ellas se abordaron numerosos temas, particularmente la visión del futuro gobierno sobre la economía de mercado vigente; el rol que le asignaban al sector privado; la libertad de emprender; la importancia de la libre competencia; los equilibrios fiscales; la autonomía del Banco Central y la apertura de la economía chilena al exterior que los empresarios comenzaban ya a experimentar no sin gran sacrificio. Asimismo se conocieron los principales lineamientos en materia laboral, tributaria y comercial que el futuro gobierno deseaba impulsar, varios de los cuales despertaban legítimas aprensiones entre los empresarios.


Una vez asumido como Presidente y presentados sus principales proyectos de reformas, instruyó a sus más cercanos colaboradores, entre ellos Foxley, Cortázar y Arellano, de intensificar los contactos con los empresarios en orden a aprobarlas sin sacrificar su legítimo contenido político, pero preservando la indispensable confianza para mantener el crecimiento.


No obstante las diferencias que más de alguna vez tuvimos públicamente respecto de sus afirmaciones y decisiones, la relación con el Presidente y sus ministros se estrechó luego de ser yo elegido presidente de la CPC, habiéndolo acompañado muchas veces en sus viajes al exterior para presentar su gobierno y destacar el dinamismo que marcaba a los empresarios chilenos.


Aylwin no era precisamente proclive al modelo de mercado, pero con la intuición que caracteriza a los buenos políticos, permitió que sus expertos gestionaran los cambios sin alterar lo esencial del sistema económico.


Célebre es su frase "el mercado es cruel", refiriéndose a la dura competencia y a las tribulaciones que sufrían muchos chilenos por falta de oportunidades o ingresos suficientes, a la cual yo repliqué diciendo que mucho más cruel era el desabastecimiento, el desempleo y las colas para conseguir alimentos que, por lo demás, ya habíamos sufrido con Allende.


A final de cuentas, conservando el sistema, durante su período la economía creció un promedio anual de 7,3%, la pobreza se redujo de un 38% a 27% y la pobreza extrema de 13% a 7,5%.


Su legado es de honestidad, de responsabilidad y de una irrestricta vocación por el entendimiento y la búsqueda de consensos, muy distante de los proyectos refundacionales y paralizantes que conocemos y experimentamos hoy día.


Dios quiera que dicho legado sea rescatado.

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