Karaoke university
Hace algunas semanas un colega que trabaja en una universidad pública...
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Hace algunas semanas un colega que trabaja en una universidad pública (una de las que viven en paro) me comentaba con estupor como es que en un centro privado le habían ofrecido realizar docencia a condición de “no reprobar a ningún alumno y enviar las pruebas para ser corregidas centralizadamente”… agregando al cócktail amargo unas muy mal pagadas horas de clases.
En nuestra experiencia -que no es tan solo fruto de lo vivido en la docencia directa, sino además producto de las experiencias compartidas con académicos en Chile, Europa y Estados Unidos- podemos asegurar que esto ocurre de modo similar en el mundo entero.
El fenómeno global es siempre el mismo: los mejores centros de estudio logran seleccionar a sus postulantes, otros se entregan al proceso de reformar a quienes llegan dañados de antemano a sus aulas y algunos les dejan pasar una “vida académica” sin mayores exigencias. Aun cuando entre un extremo u otro de esta curva de distribución no hay mayor novedad o sorpresa (si excepciones), el fenómeno del tercer tipo es el que hoy denominamos en el mundo desarrollado, las karaoke universities.
El concepto del karaoke (entretenimiento interactivo) encaja perfecto si consideramos que bajo el alero de un supuesto formato de fondo profesional (como ocurre en la música pre-grabada de estos sistemas de distracción, en buena medida una pantomima de arte), hay cantantes profesionales y amateurs. De igual modo, en las karaoke universities hay profesionales (académicos de bajo coste) y estudiantes (de bajo rendimiento) que juegan a matar el tiempo: unos hacen “como que enseñan” y otros “hacen como que aprenden”, una pantomima que al final del período de estudio (por así llamarle gentílmente), genera una maduración tardía en los egresados (estudiantes en potencia), quienes abofeteados por la realidad ventilan sus “indignaciones y frustraciones” como meros síntomas de sus malas elecciones pasadas.
El colega del primer párrafo no aceptó las precarias condiciones (por suerte no necesitaba hacerlo), pero no nos cabe duda que habrá quienes no podrán o no querrán rechazar el llamado a formar parte de la farsa. El problema surge cuando quienes han estudiado de esta forma aspiran a que se les tome en serio. Después de todo sus mal llamados “estudios” han sido solo una distracción, un pasatiempo, un simple karaoke.