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La deficiente gestión de iniciativas ecológicas nos daña a todos

Pilita Clark

Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 17 de abril de 2023 a las 04:00 hrs.
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Pilita Clark

El mal comportamiento de las empresas ecológicas ha dado algunos giros curiosos. Primero surgió el ecoblanqueo, o compañías que fingían ser más ecológicas de lo que eran. Luego vino el ecosilencio, o empresas que fingían ser menos ecológicas de lo que eran para no ser acusadas de ecoblanqueo.

Ahora tenemos lo que podría llamarse “ecoerror”: medidas medioambientales bien intencionadas que se aplican tan mal que resultan contraproducentes.

Este pensamiento me pasó por la cabeza no hace mucho, cuando me senté con un grupo de ejecutivos en el comedor de la oficina de una compañía global. “¿Té o café?”, preguntó nuestro anfitrión. Todo el mundo hizo su pedido. El anfitrión se dirigió a la cocina, pero regresó con la noticia de que no habría bebidas. El comedor había suprimido los vasos desechables, lo cual era bueno, pero se había quedado sin vasos reutilizables limpios, lo cual no era óptimo.

“El fracaso de las estaciones de carga para vehículos eléctricos es terrible para el planeta. Demasiados gobiernos no están desplegando redes de carga fiables al ritmo necesario”.

Esto fue mala publicidad para unas medidas ecológicas que necesitan todo el apoyo posible. Lo mismo sucedió con la conversación que mantuve hace poco con un ejecutivo sobre la agencia de viajes de su compañía. Aunque estaba siendo presionado para mantener los costos bajos, la agencia le ofrecía invariablemente vuelos y hoteles más caros que los que él mismo podía encontrar en Internet. Sin embargo, sus jefes siguieron con la compañía porque era buena calculando las emisiones de carbono de los viajes. “Si esto es verde”, dijo, “prefiero cualquier otro color”.

En los anales de las atrocidades medioambientales, los viajes de negocios y las tazas de té son minucias. Pero sí importa cuando una iniciativa verde mal gestionada afecta a todo un Estado o nación. Y esto es lo que están presenciando países de todo el mundo con un componente crítico de las cero emisiones netas: el vehículo eléctrico.

Gobiernos de todo tipo han pasado años engatusando a la industria de los vehículos eléctricos con subvenciones, normativas y sentencias de muerte que marcan el fin de las ventas de coches nuevos de gasolina o diésel. Esto ha contribuido a reducir los costos de las baterías de iones de litio en un 85% desde 2010, mientras que el despliegue de vehículos eléctricos se ha multiplicado por más de 100.

El problema es que muchos de esos gobiernos no están desplegando redes de carga fiables al ritmo necesario. Se están formando señales de una reacción negativa. Los titulares de este año en el Reino Unido afirmaban que los conductores de coches eléctricos estaban abandonando sus vehículos “en masa” debido a la falta de estaciones de carga. Es difícil encontrar pruebas de que muchos conductores estén abandonando sus vehículos eléctricos, pero las quejas sobre el lamentable estado de las estaciones de carga en las carreteras están rebotando desde Australia hasta Massachusetts y más allá.

Demasiados conductores tienen dificultades para encontrar un cargador y, cuando lo encuentran, el dispositivo suele estar roto, ocupado o inutilizable sin otra tarjeta o aplicación. Durante las vacaciones, también puede haber horas de cola.

Las ventas de coches eléctricos han seguido aumentando, pero está claro que la ansiedad por la autonomía ha sido sustituida por la ansiedad por la carga, hasta el punto de que los líderes de la industria automovilística, y no sólo los activistas climáticos, están preocupados.

En Europa, donde las ventas de coches eléctricos han crecido casi tres veces más rápido que las estaciones de carga en los últimos siete años, los fabricantes de automóviles han advertido que la falta de estaciones de carga está “obstaculizando gravemente” el crecimiento de los vehículos ecológicos.

Incluso ha habido problemas en la Meca de los vehículos eléctricos, California, donde se vende el 40% de los vehículos estadounidenses de cero emisiones. Un estudio realizado el año pasado en las estaciones de carga públicas de la zona metropolitana de la Bahía de San Francisco reveló que el 23% no funcionaba correctamente debido a pantallas defectuosas, fallos en los pagos y otros defectos. En otro 5%, los cables eran demasiado cortos para llegar a la toma de carga del coche.

La ayuda ya está en camino. En EEUU se han destinado US$ 7.5 mil millones a la carga de vehículos eléctricos en virtud de la ley bipartidista de infraestructuras aprobada en 2021.

Las nuevas normas de la Unión Europea (UE) para impulsar la inversión estaciones de carga en las carreteras públicas dieron un paso más a finales de marzo. Pocos días después, el Reino Unido confirmó que invertiría más de £ 380 millones en infraestructuras de carga de vehículos eléctricos. Es muy necesario: el año pasado sólo se instaló un cargador público estándar por cada 53 nuevos coches enchufables, la peor proporción desde 2020. Pero la industria automovilística británica comprensiblemente quiere más.

“El hecho de que los pagos sin contacto con tarjeta de crédito o débito no estén disponibles en la gran mayoría de los cargadores públicos es un fallo importante que perjudicará significativamente a los conductores de vehículos eléctricos”, dijo recientemente la Sociedad de Fabricantes y Comerciantes de Automóviles del Reino Unido.

Esto es un enorme “ecoerror”. Los vehículos de pasajeros por carretera representaron el 45% de las emisiones de CO₂ relacionadas con el transporte en 2018. Son una parte indispensable de la iniciativa de las cero emisiones netas.

Una reacción negativa de los consumidores hacia los vehículos eléctricos es contraproducente para los fabricantes de automóviles y los inversionistas. En última instancia, es incluso peor para el planeta.

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