Leonidas Irarrázaval

Prohibido hablar de la crisis

En un café de las afueras de Madrid he visto un anuncio en el pizarrón donde generalmente se publica el plato del día..

Por: Leonidas Irarrázaval | Publicado: Martes 21 de agosto de 2012 a las 05:00 hrs.
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Leonidas Irarrázaval

En un café de las afueras de Madrid he visto un anuncio en el pizarrón donde generalmente se publica el plato del día. Decía simplemente lo siguiente: “Menú: prohibido hablar de la crisis” El acierto o no de este aviso ha producido conmoción nacional en España.

Los españoles, además de cordiales y simpáticos con nosotros, los sudacas, como nos llaman, son repetidores y “machacones” hasta más allá de lo soportable. Hasta ellos mismos están aburridos de darle vueltas y más vueltas a la seria crisis económica que están enfrentando. Una sola cifra para no ponerme como ellos. Un desempleo de más 23%, o sea, el más alto de Europa.

El turista extranjero no lo nota. Los restoranes, las plazas y otras rutas vacacionales siguen repletas como todos los años. Probablemente, esta vez con más extranjeros que españoles, pero los festejos, días de los santos patronos de cada pueblo, matrimonios, bautizos y entierros con más asistentes que nunca. El nuevo gobierno conservador no se cansa de echarle la culpa al derrotado régimen socialista. Pero la gente no le cree ni al gobierno ni a la oposición. Simplemente no quiere perder un ápice de los beneficios sociales extremos que ha ido acumulando desde que España empezó a ser una nación próspera, hace unos 40 años. Para muestra un botón: llegué este año a Barcelona para conocer a mi primer bisnieto… a quien no le alcanzará el tiempo para conocerme a mí. Sus abuelos españoles estaban muy tristes porque ya no tendrán más derecho al “posnatal” por los otros nietos que vengan. Se ha suprimido, así como vacaciones extra, jubilaciones a los 60 años, aguinaldos obligatorios, treceavo mes y otros primores de una seguridad social exquisita, pero absolutamente quebrada.

El vistazo que le alcancé a dar a algunas ciudades de Francia, Italia y Croacia me dio la impresión de más moderación y todavía más prosperidad. Lo más curioso y extraño fue un debate, a nivel nacional, abierto en Suiza. Varios hospitales se han concedido a sí mismos “períodos de reflexión” para seguir practicando la circuncisión, por razones religiosas, con una furiosa reacción de su población de origen judío. Decididamente, si alguien no tiene problemas en este mundo, como los suizos, se las arregla para creárselos.

Navegué en un barco con 4.063 pasajeros. Un verdadero error, pero magníficamente organizado. Mientras más gente, mayor es la soledad que se busca y se siente. Pero el mundo corre así y no hay manera de detenerlo o cambiarle el rumbo. El premio mayor fueron los dos días en Venecia antes de regresar a Barcelona, con una sola escala, la impresionante Taormina. La ciudad de los canales es un alivio para el espíritu, siempre hermosa, magnífica, orgullosa hasta de sus carencias y con ese hálito de esplendor que ha sabido conservar por tantos siglos.

Finalmente, qué rico es volver a Chile, cuando los aromos me dicen que sí, que es probable que vea otra primavera. Las huelgas de estudiantes, las alzas de la bencina y uno que otro temblor, de vez en cuando, no son nada al lado de los problemas muy serios que está teniendo el resto del mundo.

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