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Los delirios de Alemania

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En los últimos días, el representante alemán en el consejo directivo del Banco Central Europeo ha expresado su fuerte desacuerdo con la decisión tomada por el BCE el 7 de noviembre para reducir su tasa de interés de referencia. Ahora la Comisión Europea ha abierto una investigación para decidir si el enorme superávit en la cuenta corriente de Alemania es causa de daños económicos a la Unión Europea y otros lugares. Esta investigación y la crítica del modelo alemán de crecimiento basado en las exportaciones han despertado indignación en Alemania. ¿Se está convirtiendo Alemania en el chivo expiatorio de los problemas europeos, o está realmente desacompasada respecto de la UE y la economía mundial?


Los alemanes se cuentan desde hace mucho entre las personas más eurófilas, pero su humor ha estado cambiando gradualmente hacia una postura en contra de Europa y su moneda común, el euro. Ha surgido un partido político abiertamente antieuro y, si bien no llegó al Bundestag en las elecciones generales de septiembre, cuenta con tierra fértil donde crecer. Esto es trágico, porque Alemania debiera estar impulsando el desarrollo de una visión persuasiva para el futuro europeo. Son tres las ilusiones responsables de la creciente aversión del público alemán hacia la integración europea y de la incapacidad de muchos alemanes para entender que Alemania es quien más tiene que perder con el colapso del euro.

Para comenzar, los alemanes están convencidos de que han superado la crisis extraordinariamente bien. Pero, con una perspectiva de más largo plazo, el desempeño económico alemán es en realidad bastante desalentador. Un reciente estudio de DIW Berlin muestra que, desde la creación de la unión monetaria en 1999, Alemania ha registrado algunas de las menores tasas de crecimiento de PBI y productividad en la zona del euro.

La segunda ilusión que ciega a muchos alemanes es que otros gobiernos europeos pretenden quedarse con su dinero. En consecuencia, Alemania se ha mostrado reticente a involucrarse por completo en el debate sobre una unión bancaria europea para no exponer a los contribuyentes alemanes a supuestos importantes riesgos y costos desconocidos a través de la reestructuración bancaria y el aseguramiento de los depósitos.

La tercera ilusión de los alemanes es que la crisis actual es, en última instancia, una crisis del euro. Si bien es tentador tomar a la moneda común como chivo expiatorio, la verdad es que el euro ha brindado enormes beneficios económicos y financieros a Alemania gracias al crecimiento del comercio, la estabilidad de precios y el aumento de la competencia y la eficiencia.

Además, la crisis de la zona del euro no presenta las características de la crisis monetaria. El euro no está sobrevaluado ni mal administrado, lo que socavaría la competitividad y erosionaría la confianza en la estabilidad en el largo plazo de la moneda. Por el contrario, la notable capacidad de recuperación del tipo de cambio del euro respecto de todas las demás monedas importantes demuestra una sostenida fe en su viabilidad y estabilidad. Pero los mercados financieros ya no creen que los gobiernos harán lo que sea para rescatar a Europa de la crisis.

Si bien las perspectivas para la economía de la zona del euro han mejorado, no está fuera de peligro. Una crisis profunda en cualquiera de sus países miembros probablemente se torne contagiosa. Dada la apertura comercial y financiera de Alemania, así como la responsabilidad por el liderazgo que acompaña su fortaleza económica, enfrentaría costos especialmente elevados.

Con este telón de fondo, el tercer gobierno de la canciller Angela Merkel, una vez que se constituya, deberá eliminar del país las ilusiones que le impiden desempeñar un rol proactivo y constructivo para garantizar que Europa funcione como una unión. Tal empresa requiere, por sobre todas las cosas, la recuperación de la confianza entre los países europeos. Si bien eso será indudablemente difícil de lograr, es la única opción real para Alemania y la única esperanza verdadera para Europa.



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