Lucy Kellaway

Soy una persona difícil en el trabajo y eso me hace sentir orgullosa

Por: Lucy Kellaway | Publicado: Lunes 13 de febrero de 2017 a las 04:00 hrs.
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En el trabajo como en la vida, ser problemático puede ser útil. Hace un par de semanas tuve un desacuerdo con un hombre en el trabajo sobre una cuestión de principios. Cuando llegué a casa, le conté la pelea en detalle a mi hija, esperando que ella me diera su leal apoyo. Pero en vez de eso, puso los ojos en blanco y dijo “pobre”, tomando partido por mi adversario.

“¿Pobre X?”, repetí atónita.

“Tú puedes ser una persona muy difícil”, explicó. “No creo que te des cuenta de ello.”

Sobre este segundo punto, mi hija tenía razón. Yo no me veo como alguien difícil; me parece que soy perfectamente razonable. Para comprobar que esa era la opinión de consenso, a la mañana siguiente realice una encuesta. Arrinconé al primer colega que vi aparecer y le reclamé: “¿Crees que soy una persona difícil”? Mi colega se mostró un poco incómodo al verse interrogado cuando apenas se había quitado el abrigo, pero finalmente me respondió “Sí”. Le pregunté lo mismo a otras tres personas. Y todas invariablemente me dieron la misma respuesta.

Generalmente, ser difícil en el trabajo no se considera algo bueno. En Amazon existen 1.387 títulos de libros sobre cómo lidiar con gente difícil, con títulos como “Ya que estrangular no es una opción”. No pude encontrar ni un solo tomo titulado “Cuando la persona difícil soy yo”. O “Cómo ser difícil e influenciar a la gente”.

Como columnista, ser difícil es parte del trabajo. Si a veces no te diviertes irritando a los lectores, eres demasiado insípido para hacer algún bien. En efecto, como periodista, ser personalmente difícil puede ser útil. Se me ocurren dos o tres escritores que son tan imposibles que nadie se atreve a editar sus textos. Sus palabras continuamente ocupan puestos de honor porque ningún editor puede hacerle frente al lío que se armaría si se hiciera otra cosa.

Ser difícil también tiene otras ventajas. Significa que la gente tiende a no abrumarte pidiendo pequeños favores. Ya que uno de los trucos más importantes para sobrevivir en el mundo corporativo moderno es evitar el trabajo repetitivo y rutinario, esto lo convierte en un arma poderosa.

Ser difícil también quiere decir que probablemente se va a conseguir lo que uno quiere obtener. Es un acto de equilibrio: hay que ser lo suficientemente difícil como para insistir en que las cosas se hagan como uno piensa que se deben hacer sin ser tan difícil que la gente se niegue a trabajar para uno.

Hay muchas formas diferentes de ser difícil. Los libros enumeran varios tipos comunes, todos los cuales son desagradables: narcisistas, psicópatas, víctimas, chismosos, los que le echan la culpa de todo a los demás, y los que pierden los estribos con demasiada facilidad.

Sin embargo, existe otra forma de ser difícil que no puedo encontrar en ningún libro, y no es nada desagradable. Es ser mujer. Las mujeres tienen el doble de posibilidades de ser descritas como difíciles que los hombres. Google revela dos veces más resultados de búsquedas para “una mujer difícil” que para “un hombre difícil”; y la mayoría de las referencias a hombres difíciles no cuentan porque continúan con la frase “de definir.”

De igual manera, la mayoría de las personas que llaman difíciles a las mujeres son hombres. Los cuatro colegas que consulté a primera hora eran todos hombres. Más tarde les hice la misma pregunta a cuatro mujeres de Financial Times. El consenso fue “no especialmente.”

La etiqueta de difícil se le aplica a cualquier mujer que esté preparada para contrariar, que no siempre esté de acuerdo con los demás, y que pelee por su propia esquina.

Todo eso es vital si se quiere que las cosas se hagan o se quiere cambiar la forma en que se hacen las cosas. Según el ministro de gabinete Ken Clarke, la Primera Ministra de Reino Unido, Teresa May, es una “maldita mujer difícil”, y uno espera que tenga razón, dado el enorme tamaño del desafío que ella está enfrentando.

Para resolver la cuestión en mi caso le pregunté a un colega masculino que, siendo él mismo totalmente difícil, tiene fama de siempre decir la verdad. “No”, me dijo él. “Tú no eres difícil. Eres inamovible, determinada, testaruda y a veces imposible.”

Todo lo cual me hace anhelar ser simplemente difícil. En efecto, la insignia de “mujer difícil” es algo que me inclino a llevar con orgullo. Despojado de su bagaje, es un elogio que significa “se necesita habilidad para comprenderle.” Proust es más difícil que un escritor de cuentos de niños.

Hay otro aspecto de ser difícil. Es un privilegio que viene con el cargo. Cuando uno es novato, ser difícil probablemente resultaría en un despido. Mientras más edad tienes, hay más campo para ser difícil, y más necesidad también.

Este verano abandonaré el periodismo y comenzaré de nuevo una vez más, entrenándome para ser maestra de matemáticas.

Ser difícil con mis colegas nuevos será inconcebible, así que voy a gozarlo mientras pueda.

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