Mejores perspectivas, pero grandes desafíos
Claudio Soto economista jefe Banco Santander
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En cada comienzo de la primavera austral, las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial captan la atención de la esfera económica. Como era esperable, en esta ocasión ambos organismos vinieron a ratificar la visión que se ha ido consensuando en el mercado: el mundo se encuentra en una fase de recuperación robusta del crecimiento. A diferencia de lo que había sucedido en años anteriores, donde la recuperación era desbalanceada, en esta oportunidad todas las regiones se ven más vigorosas. De esta manera, y después de sistemáticas revisiones a la baja, el FMI ha corregido al alza, por tercera vez desde octubre del año pasado, su proyección de crecimiento para el mundo este año (3,6%) y el próximo (3,7%).
Para nuestro país son buenas noticias. El comercio mundial, que se desaceleró de manera importante durante 2016 creciendo sólo 2,4% -su menor tasa desde la crisis financiera- se ha recuperado y se espera que se expanda alrededor de 4% este ejercicio y los siguientes. A esto se suma el reciente aumento en el precio del cobre que, de persistir, impactará favorablemente nuestra economía a través de distintos mecanismos. Pero estas buenas noticias traen consigo ciertos matices que no podemos pasar por alto, porque una de las regiones cuya recuperación será más lenta es, lamentablemente, Sudamérica. Argentina y Brasil, las dos economías más grandes del barrio, vuelven a crecer, pero lo hacen a tasas modestas y enfrentan una serie de riesgos que pueden poner en jaque su trayectoria al alza.
Si las noticias más inmediatas son buenas, los retos de mediano y largo plazo aparecen como lo más relevante. Uno de los principales desafíos, de acuerdo con el FMI, es cómo elevar el crecimiento tendencial, asegurando que los beneficios del mismo sean repartidos de manera amplia. El riesgo de prácticas proteccionistas que dañen el crecimiento ha retrocedido, pero aún sigue latente. De ahí la importancia de que los beneficios de los procesos de integración lleguen a todos, y que la globalización no sea percibida como una amenaza. Por otra parte, el Fondo también insta a que las economías aprovechen las mejores condiciones para restablecer sus capacidades de efectuar políticas contracíclicas y así poder hacer frente a riesgos futuros.
En nuestro país se comienzan a observar signos más claros de recuperación, aunque aún incipientes y frágiles. Hay sectores que todavía no logran recobrar dinamismo, mientras coexisten una serie de riesgos. Sin embargo, un entorno global más favorable y la evidente mejora en los indicadores de confianza hacen prever que el ritmo de expansión seguirá al alza. En este escenario, y tal como lo plantea el FMI, uno de nuestros grandes desafíos es cómo lograr un crecimiento de largo plazo más elevado. El propio Fondo estima que en los próximos cinco años nuestra economía se expandirá a una tasa promedio levemente por debajo de 3%. Si bien es natural que, a medida que se expanden, las tasas de crecimiento de las economías se vayan reduciendo, el crecimiento tendencial de Chile aparece hoy muy bajo para lograr acceder a los estándares de vida a los que aspiramos. Un mayor desarrollo que sea sostenido en el tiempo requiere elevar la productividad, pero las recetas para ello no son evidentes: se requiere mayor innovación, mejorar el capital humano y promover la inversión.
Respecto de la capacidad de nuestra política macroeconómica de enfrentar riesgos, hoy lo que aparece como más relevante es en materia fiscal. Y para ello la coyuntura es propicia. Un precio del cobre más elevado y un mayor dinamismo de la actividad harán posible generar ingresos que permitirán ir acotando los déficits del gobierno, y con ello el ritmo de acumulación de deuda. Para esto es necesario guiar los gastos en función de la regla fiscal con metas para el balance estructural que efectivamente generen una consolidación fiscal.
Nuestra economía parece comenzar a dar vuelta la esquina, pero seguir avanzando hacia el desarrollo requiere enfrentar importantes desafíos de largo plazo. Abordarlos demandará aunar voluntades para hacer sostenibles las políticas que generen un mayor crecimiento.