Ortodoxias fuera de lugar en la zona euro
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Con la crisis del euro aún lejos de quedar resuelta, el futuro de la unión monetaria permanece en el centro de intensos debates. Pero, en muchos casos, las posiciones se han vuelto tan polarizadas que olvidan lo central, obstaculizando la habilidad de los responsables de las políticas de la Unión Europea de poder acordar e implementar una efectiva estrategia para enfrentar la crisis.
Considere la pregunta sobre quiénes verdaderamente ganan y pierden con el euro. Dado que la eurozona típicamente está dividida en dos categorías –los países acreedores del norte y las naciones deudoras del sur- esta pregunta puede ser entendida en términos de si un determinado saldo en cuenta corriente es sinónimo de éxito o fracaso económico.
De acuerdo con la visión ortodoxa, los países con déficit externos se “benefician” de los influjos de capitales hasta que un aumento de las importaciones y un alza en los salarios corroen su posición de cuenta corriente aún más y los inversionistas paran de financiar sus déficit. Esto significa que cualquier ganancia derivada de un sostenido déficit en la cuenta corriente es temporal, ilusoria y peligrosa, lo que al mismo tiempo sugiere que los países con déficit son “perdedores” en la eurozona.
Esta visión también sostiene que las salidas de capital desde un país con superávit externos reducen la inversión, causando una caída en la economía. Pero la historia es más amigable con los países con superávit, como ocurrió con las exportaciones que permitieron el desarrollo de la economía de Gran Bretaña durante el siglo XIX, un patrón que muchos otros países han seguido. Entonces, Gran Bretaña invirtió sus activos externos acumulados, ganando ingresos que fortalecieron su posición financiera y limitaron sus costos de endeudamiento.
Esto sugiere que Alemania, cuya excepcionalmente fuerte posición financiera le ha permitido capear la actual crisis y proteger sus ahorros, es un ganador en la eurozona. Pero, ¿puede considerarse como victoria un éxito nacional en una unión monetaria que se desmorona?
De hecho, una unión monetaria y económica “normal” debería considerar divergencias de productividad y competitividad entre sus estados miembros, que pueden surgir a partir de diferencias en su dotación de activos, acceso a tecnologías o patrones de gasto. Esto implica un sistema de recompensas y sanciones que anime a los estados miembros a las reformas y a competir, junto con una red de apoyo y soporte financiero. Pero también hay mucho debate sobre cómo debería entregarse ese apoyo financiero.
En un extremo yace la noción de que el euro no puede funcionar como el dólar, dado que la eurozona no es un estado federal. Más bien, debería asemejarse al sistema Bretton Woods, bajo el cual los países pueden salir o re-ingresar después de aumentar la competitividad mediante la austeridad y las reformas.
En el otro extremo está el modelo de “unión de tranferencias”, en el cual los miembros más débiles de la eurozona dependen crónicamente de sus contrapartes de mayor fortaleza, un modelo que los ciudadanos de la Europa del Norte han rechazado. Claramente, los líderes de la eurozona deben encontrar un terreno en el medio, fundado en un conocimiento profundo de las debilidades de la unión y los fracasos en las políticas actuales.
En primer lugar, las economías fiscalmente deben relajar sus políticas presupuestarias con el fin de reequilibrar la demanda en toda la zona euro. En segundo lugar, una reducción de las tasas de interés y la mejora de los instrumentos de política monetaria no convencionales del BCE podría impulsar la demanda, permitir una mayor inflación en las economías más fuertes, y restaurar la transmisión efectiva de la política monetaria. Un tercer punto es que la deuda pública europea debiera ser parcialmente mutualizada. En cuarto lugar, con el fin de separar las pérdidas privadas de la deuda soberana, los líderes de la eurozona deben crear una unión bancaria europea. Por último, Europa necesita instituciones más fuertes y responsables ante el Parlamento Europeo, para que asuman la responsabilidad de una mejoría en la coordinación de política económica y fiscal. Esto debe complementarse con la unificación política, con el fin de garantizar la legitimidad democrática.
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