¡Exijo mis derechos!
Nos hemos malacostumbrado. El discurso público, de todas las tendencias...
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Padre Hugo Tagle
Nos hemos malacostumbrado. El discurso público, de todas las tendencias, resalta en exceso los derechos en perjuicio de los deberes. Un conocido empresario parafraseó hace unos días muy bien a Kennedy. Dice que la mayoría de los chilenos se levanta preguntando ¿qué puede y qué hará este país por mí hoy? En vez de preguntarse qué puede hacer él por Chile. Tiene razón. Estamos malacostumbrándonos a exigirlo todo, a sentirnos con derechos que otros deben cubrir rápida y solícitamente, sin tropiezos ni errores. Todo puede ser objeto de demandas, de exigencias y peticiones desmedidas “por si pasa”. El problema es que detrás de ello hay otro igual que debe cumplir esa exigencia; otro igual, que también tiene derechos, los que las más de las veces son atropellados para poder cumplir las exigencias de esos primeros que piensan sólo en los suyos.
Lo noto en las marchas, en las protestas, en las salas de clases. Es fácil alardear a costa de los derechos de cada cual pisoteando de paso los del vecino. Si pienso en mis derechos debo pensar también en mis deberes. Y recordármelo con tanto y mayor énfasis.
El discurso escolar se ha vuelto en parte así. Desprestigiando de paso sus demandas. Lo que esperaría de muchos es el cumplimiento responsable de sus deberes, el cuidado de sus colegios; iniciativas para cubrir ellos mismos muchas de las exigencias que plantean. He visto escasa solidaridad escolar, con iniciativas en ayuda de alumnos más desamparados, por ejemplo. Se espera que “otros”, el Estado, supla lo que los individuos mismos pueden y deben hacer. Estamos cayendo en un asistencialismo paralizante que nos pasará la cuenta tarde o temprano.
Jóvenes malacostumbrados a recibirlo todo y dando cada vez menos de sí. La culpa no es de ellos, es del resto, que los estamos malacostumbrando a no exigirse más, a ponderar bien derechos y deberes.
Y una palabra sobre un tema distinto. Me sumo a la indignación ante las irregularidades en el campo financiero de una conocida casa comercial. La codicia rompe el saco. Hagamos buenos negocios, pero no a costa de esquilmar a los clientes o colocarles la soga al cuello para lograr un poco más de utilidades. No hay derecho a abusar de la buena fe y la ignorancia de la gente, tanto más escandaloso si se trata de gente modesta, que firma sin saber bien en qué se ha metido. Un desprestigio para todo el sistema. Que se den sanciones ejemplares y se solucione el entuerto, para bien de todos.