Padre Hugo Tagle

Los hijos no escuchan, imitan

Padre Hugo Tagle @HugoTagle

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 6 de septiembre de 2021 a las 04:00 hrs.
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Nos debemos alegrar con la seguidilla de exigencias de transparencia y consecuente revisión de desempeño y gastos en organismos públicos. Las platas de todos se deben cuidar con especial celo. Esto vale también para la Convención Constitucional, donde se enarbolan banderas de “cambio” y “nueva política”. El camino que ella realiza es tan importante como su resultado. Cuidar cada peso invertido será quizás uno de sus mejores legados.

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La verdad, al final del día, el éxito de una administración, en cualquier orden de cosas, es su desempeño ejemplar. Más que hacer mucho –obviamente importante– será una ordenada y honrada gestión su mejor aporte.

Lo mismo en el campo familiar. Los hijos no escuchan, los hijos imitan. El ejemplo es clave tanto en casa como en las escuelas y barrios. En el plano de la educación cívica la mejor lección es la coherencia entre lo que se vive y se dice. En la familia, los hijos están más atentos a las contradicciones en las acciones que a las palabras. Hay padres que se molestan porque sus hijos no los escuchan. La verdad, debe preocuparse porque siempre los están observando. En el campo público también.

Entre más arriba se está en el espectro social, tanto más cuidadoso se debe ser de las propias acciones. Es justo que sea así. Quien tiene más, tiene una mayor responsabilidad.

Es falso que ha sido un año perdido en materia de educación. Estamos educando siempre. Todos somos educadores. Cada acto de nuestra vida cotidiana tiene implicancias, a veces significativas, en la vida de los demás: la propia familia, la oficina, taller, empresa o barrio. Enseñamos, para bien o para mal, con el ejemplo.

Se le atribuye a Benjamín Franklin la frase: “Nadie predica mejor que la hormiga, y no habla”. Se cita a estos insectos como ejemplo de organización y trabajo. “Si no logras convencer a una persona de lo malo que está haciendo, procura hacer entonces lo bueno. La gente cree sólo lo que ve ”.

Vivimos en la era de la transparencia. En buena hora. La gente no es peor que antes. Sabemos más y, lo mejor, las posibilidades de que se castigue el mal realizado son mayores. Falta mucho aún. La desconfianza en la justicia tiene mucho que ver con las decepciones que ha provocado. Si no nos portamos bien por convicción - es lo ideal- lo tendremos que hacer por temor al castigo o, al menos, al rechazo social.

En el campo público se da con mayor intensidad. La opinión pública castiga la falta de coherencia, la predica vacía, el doble estándar. Buenas noticias de estas semanas. Quien se desempeña bien, no se requieren grandes discursos.

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