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Hay mucho de la contingencia para opinar pero, la verdad, por ahora lo dejo a otros...
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Padre Hugo Tagle
Hay mucho de la contingencia para opinar pero, la verdad, por ahora lo dejo a otros. Así y todo, un comentario al triste espectaculo de nuestro Parlamento por eso del aumento de sueldo a los senadores. Que ello sea oportunidad tanto para transparentar gastos como para hacerlos más eficientes. Cada peso no sólo debe ser bien gastado, sino también publicado. Me sumo a la consabida lata: se trata de empleados fiscales pagados por todos. Están ahí para servir y no servirse. Si algo bueno sale de esto, que sea mejorar en eficiencia y transparencia. Los ganadores serán ellos y de paso, el mundo político. Harto desprestigiado está, como para seguir enlodándolo.
Pero bueno, a lo que iba. Hoy, 23 de abril, es el día internacional del libro, declarado así por la Unesco en 1995. Cualquiera sea su soporte, el índice, capítulos, páginas y párrafos no desaparecerán nunca. Quizá el papel tiene sus días contados, pero no así el libro, que lo seguiremos leyendo en otros formatos.
Celebramos acontecimientos que atañen a tres grandes escritores: el entierro de Miguel de Cervantes Saavedra, la muerte y probablemente también el nacimiento de William Shakespeare y la muerte de Inca Garcilaso de la Vega. Coincidencias que constituyen no sólo un dato curioso en el calendario, sino un desafío para aumentar el propio bagaje cultural y de paso mejorar el idioma, el trato mutuo y la civilidad. Esto de leer no es un simple pasatiempo. Es fuente inagotable e imprescindible de conocimientos, cultura y sabiduría. Leer no es privilegio: es una obligación. Quien lee, le está prestando un gran servicio a la sociedad. Puede interactuar mejor con los demás, crece en civilidad y mejora la convivencia; ayuda a mejorar la socidad y el trato en ella. “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”, reza un Proverbio Indú. Libro abandonado no solo es perdido. Es sinónimo de la existencia de una persona empobrecida. “Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros” dice San Agustín. Quien lee, nunca está solo, siempre tiene un referente, amigo y confidente.
Un dato manoseado, pero trístemente vigente: el 53% de los chilenos se declara “no lector” y quienes lo hacen con relativa regularidad no supera el 20%. Un alumno salido de 4°medio ha leído un tercio menos que un argentino, peruano o brasileño. Que no se hable más. Tiene 8 meses hasta fin de año para leer al menos ¡un libro! Y así contribuímos a bajar en algo esta triste estadística.